— ¿Que Gustabo ha hecho qué? — Horacio no daba crédito a lo que estaba escuchando.
— Ha robado información confidencial y privada del CNI, y ha liberado a Manolo de la celda de los calabozos de comisaría en la que estaba – repitió, de mal humor.
– Pero... ¿No estaba Manolo en perpetua?
– No. Íbamos a llevarlo esta misma noche pero ese hijo de puta se nos ha adelantado.
– Pero... ¿Por qué ha hecho eso? ¿Está seguro de que ha sido Gustabo? Él no haría algo así...
– ¡Que nos ha traicionado, Horacio! ¡Tengo sus huellas!– insistió Conway, empezando a perder la paciencia. Le enfadaba que a Horacio le costara creerle, pero lo que le enfadó aún más era que ni siquiera él era capaz de asimilarlo bien del todo todavía, no se esperaba nada de esto viniendo de él, siendo sincero.
Él sabía lo peligroso y poco fiable que Gustabo puede llegar a ser, pero no se hacía la idea de llegar hasta tal punto.
— ... ¿Y qué vamos a hacer?
— No lo sé, Horacio, no lo sé – se sentó de forma brusca en su sillón, llevando su mano a su frente como gesto de preocupación.
– Déjeme hablar con él, igual puedo hacerle entrar en razón y...
– ¿Hacerle entrar en razón? ¡Pero si nos ha vendido!
– Deje que termine... – arrastró la "i" con pesadez — Yo sé que Gustabo ha de tener una razón por la cual nos ha hecho esto, y seguramente sea la que tengo en mente. Está estresado y no piensa lo que hace, actúa en consecuencia tal como él advirtió muchas veces y se desahoga de la peor forma posible haciendo lo primero que se le venga a la cabeza. Gustabo necesita comprensión-
— Horacio, no me jodas. ¿Desahogarse? ¿Comprensión? Lo que ha hecho no-
— ¡Cállese, coño! No me deja terminar nunca, tío. Si estoy hablando yo, me escucha y espera a que termine, ya hablará luego — soltó Horacio ya con molestia, callando a Conway y dejándole algo sorprendido — Yo conozco a Gustabo más que nadie, ¿me va a venir a decir a mí ahora que no tengo ni puta idea de lo que digo? ¿Acaso lo conoce más que yo, yo que he estado con él toda mi vida? Si le digo que Gustabo necesita comprensión, es porque la necesita y punto. Voy a hablar con él — se levantó.
— ¿De qué va a servir eso? Manolo ya está en Pekín ahora mismo, no vamos a encontrarlo tan fácilmente. Y la información, ¿quién sabe si ya ha hecho algo con ella? Igual se ha unido a la mafia y todo, y entregó todo.
— Ahora que mencionas la mafia... ¿Y si le obligaron a hacerlo?
— Ni de coña, me lo hubiera dicho a mí o a tí. Es que todo apunta a lo que dije. Y es que a ver, qué otra cosa voy a pensar si hemos tenido una discusión y justo después ocurre toda esta mierda.
— Ya, bueno. Por eso hay que hablar con él, para saberlo. Y eso haré.
— No irás solo, podría ser peligroso.
— No. Puedo ir solo, ¿desde cuándo Gustabo es un peligro para mí? Él jamás me haría daño — habló con total seguridad.
— ... Está bien. Pero ten cuidado, capullo. Si ocurriera algo, avisa por radio, estaré atento.
— Sí, no se preocupe, super. Mañana intentaré hablar con él tranquilamente, por la mañana.
— Vale. Ahora vete a casa y descansa, que menudo día, coño...
— Sí...
Gustabo abrió sus ojos con lentitud, sintiendo sus párpados pesados y su cuerpo aún adormilado, sin poder moverse con mucha libertad.
Tenía dolor de cabeza, por lo que dejó escapar un quejido de sus labios mientras se apoyaba con uno de sus codos poniéndose de lado. Al hacerlo, se extrañó tras no sentir la comodidad del colchón de su cama, si no, la dureza de un suelo rocoso frío y mojado.
Una vez abrió los ojos del todo, no pudo ver nada realmente, debido a la oscuridad de la cual estaba rodeado.
Sus sentidos se fueron despertando poco a poco, llegando a oler algo desagradable, por lo que se tapó la nariz, sintiendo fuertes arcadas.
¿Dónde coño estoy...? ¿Y qué es ese olor?
Se puso de pie y buscó su móvil en sus bolsillos. Cuando lo encontró, rápidamente encendió la linterna de este para alumbrar con ella la zona.
Prefirió no haberlo hecho.
Se encontró rodeado de cadáveres.
Ahogó un grito. Entre temblores caminó hacia atrás, sin poder apartar la vista de ahí, de cada una de las víctimas.
Rápidamente reaccionó y marcó el número de Horacio torpemente, sin pensarlo dos veces siquiera.
— ¿Gustabo?
— ¡Ho-horacio...! — exclamó con voz asustada.
— ¿Qué pasa, qué pasa? — se alertó nada más escuchar a su amigo.
— Acabo de despertarme y-y... no estoy en mi casa. No sé dónde estoy, tengo miedo Horacio, aquí hay gente muerta y no me acuerdo de nada, ¿qué ha pasado? ¿Fuimos de fiesta o a-algo? — habló apresuradamente.
— Calma Gustabo, calma. ¿Cómo que gente muerta? ¿Dónde estás? Voy a buscarte y hablamos, tengo que decirte luego otra cosa.
— Sí, sí, ven por favor. No tardes mucho, de verdad que estoy cagado...
— No te preocupes, voy. ¿Sabes dónde estás exactamente? Mándame ubicación.
— N-no lo sé... — apuntó hacia su alrededor con la linterna para poder apreciar el lugar — Es como... una mina, o un túnel, no sé. Te mando ubicación, date prisa por favor.
Colgó la llamada y le envió la ubicación.
Gustabo.
Se asustó cuando escuchó aquella voz a sus espaldas e intentó localizar de donde venía exactamente. Pero allí no había nadie, solo estaba él.
— ¿Q-qué...? ¿Quién eres y dónde estás?
¿No te acuerdas ya de mí? Venga, si tampoco han pasado tantos años... Qué memoria tan mediocre. Y me apena que no recuerdes lo de ayer, fue muy divertido. Hacía tanto tiempo que no me lo pasaba tan bien... Agh, lo extrañaba, tener esa libertad...
— ¿De qué coño hablas? ¡Sal si tienes huevos, cabrón! — se mostró valiente, a pesar de que en realidad estaba atemorizado. Pero el de la voz misteriosa le ignoró y prosiguió hablando, a su antojo.
He notado que estos últimos meses has ido perdiendo fuerzas. Mucho estrés... mucha tristeza... Muchas emociones y pensamientos negativos.
Le escuchaba a lo lejos, moviéndose en círculos alrededor de él mientras hablaba. Aquella voz le resultaba familiar, pero no recordaba con exactitud de qué le sonaba.
Ya era hora, me tenías aquí esperando como un miserable. Pero mira, ¡la espera ha merecido la pena! Ahora podré regresar y hacer lo que yo quiera, de nuevo. Vuelvo más fuerte que nunca, ya descansé mucho. Y... creo que quien ahora necesita un descansito eres tú, ¿no, Gustabo?
Esa forma de hablar... ese tono...
Sí, Gustabo. Soy yo... Pogo.
— ¿Pogo...? No... no puede ser. Te habías ido, las pastillas-
De repente sintió como alguien desde atrás le apresó todo el cuerpo, colocando su mano sobre su boca impidiéndole hablar. Trató de liberarse y gritar, pero no podía.
Todo medicamento tiene su duración de efecto, Gustabo. Y el tuyo se ha acabado.
Gustabo empezó a sentirse cansado, como sus extremidades dejaban de responder, y también se sentía incapaz de pensar con claridad...
Y finalmente, se dejó ir.
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Pogo.
FanfictionHace años, Gustabo empezó a acudir a un psicólogo tras notar cambios repentinos en su comportamiento debido al estrés que sentía día tras día. Las terapias no le servían de nada y todo iba a peor. Gustabo empezó a despertarse en distintos sitios de...