Capítulo 1

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¡Capullos! ¡Mirad cómo me habéis dejado el coche! — gritó Conway a todo pulmón mientras perseguía a Gustabo y Horacio con la porra en la mano, listo para usarla en cualquier momento.

— ¡Que yo no he sido, eh! Ha sido Gustabo — acusó Horacio con las manos en alto, dejando de correr.

— ¿Ah sí, eh? ¡Ven aquí, mariconetti! ¡Me vas a explicar qué coño le has hecho a mi coche o te lo explico yo pero a ostias!

— Pero- ¡Horacio cabrón! — el rubio soltó un quejido cuando recibió el primer porrazo, rápidamente se alejó de ahí para no recibir otro — ¡Pero déjeme que me explique!

— Venga, te escucho. Me apetece oír tu excusa de mierda.

— Que me confundí con las marchas, y me estrellé contra una farola. Pero nada, solo fue un golpecito.

— ¿"Un golpecito"? Golpecito el que te voy a dar yo, gilipollas. ¿Tú acaso lo has visto? ¡Si parece que un elefante le ha dado una patada!

— Bueno a ver, mala pinta tiene desde luego, la verdad — balbuceó Gustabo por lo bajo.

— ¿Cómo coño es que has confundido las marchas? ¿No sabes conducir o qué, anormal?

— Pues hombre, conducir sé. Pero coches de viejos no. Conduzco coches de esta época y no del año de la Pepa.

— ¡Pero si es un puto Audi!

— Un Audi rosa — añadió Horacio.

— Sí, de la Barbie — soltó Gustabo entre risas.

— Sí, sí. Un Audi rosa de la Barbie pero que vale más que vuestras vidas. Y adivinar quiénes van a pagar la reparación — contestó el superintendente de forma irónica.

— Horacio.

— Sí, y mi madre también — vaciló el de la cresta mientras miraba mal a Gustabo.

— Bueno, si no te importa — este sonrió de lado con diversión mientras se cruzaba de brazos.

— Dejad las bromitas para luego, nenas. Que tenéis que empezar a trabajar ya para pagar mi coche, no se hará solo.

— Esto es una mierda, tío. Si yo no he hecho nada – se quejó Horacio mientras rodaba los ojos.

— Ya, pero es que le da igual. Somos sus favoritos.

— Sí, mis putitas favoritas. A trabajar, coño — se burló, y se retiró de ahí.

— Venga Horacio, vamos. No hagamos que el abuelo se enfade.

El dúo caminó hacia el patrulla y se subieron a este. Gustabo en el asiento del conductor y Horacio en el del copiloto.

— Pero si eres tú... — suspiró — A veces pienso que te gusta el viejo o algo. Solo buscas su atención.

— ¿Pero qué dices? Estás borracho, venga ya — frunció su ceño mientras hablaba algo tosco — A mí lo que me gusta es molestarlo, es divertido cuando se enfada y saca la porra, no me lo niegues que sé que a tí también te encanta, cabrón.

— Bueno sí, pero... No sé.

— A mí me gustan mayores, no viejos — bromeó entre pequeñas risas.

— A mí me gustas tú, bebé.

— Aaw. Tú me gustas más, perla.

De repente la voz de Conway les interrumpió al hablar por radio — ¡Dejad de haceros las pajas y empezar a patrullar, capullos! ¡Ya habrá tiempo para chuparos las pollas después!

Tenían la radio del patrulla activado sin querer. Varias risas se escucharon en aquella frecuencia de radio de parte de algunos de sus compañeros policías. Rápidamente la apagaron mientras soltaban grandes carcajadas.

— Ostia cabrón, ¿habrá escuchado también lo que has dicho de que me gusta y que me gustan mayores pero no viejos? — dijo ligeramente avergonzado.

— Seguramente. Y lo de que nos encanta molestarle también — se siguió riendo.

— Hijo de puta... — suspiró con una pequeña sonrisa en su rostro y finalmente arrancó.

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