Capítulo 31

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Los gritos y llantos del muchacho habían dejado de escucharse minutos atrás, ahora únicamente reinaba un silencio sepulcral en la sala.

Habían pasado más de dos semanas, las cuales estuvieron repletas de torturas contra el rubio en busca de la aparición de Pogo. Pero el plan no estaba saliendo conforme ellos querían.

El sonido de la puerta abriéndose le avisó de que la tortura había terminado, con uno de sus hombres abandonando la habitación para dirigirse a su jefe e informarle de cómo avanzaba la situación.

— ¿Y bien? — el jefe dejó de apoyarse contra la pared, mirándole expectante.

— Nada. No quiere salir — la respuesta decepcionó al contrario, quien acabó suspirando.

— Aumentad las torturas, que sean con mayor intensidad — ordenó pensando en frío, y se giró con intención de retirarse de allí al no tener nada más que añadir.

— No podemos hacer eso, jefe — negó en voz alta, haciendo que el otro se detuviera — Está muy mal, si seguimos así podría morir en cualquier momento.

Escuchó cómo soltó una maldición a la vez que se giraba para poder encararle — Entonces frenad, no hagáis más torturas. El plan principal ha fracasado, así que pasaremos al B.

— Sí, señor.

Su mundo se había derrumbado tan rápido como se había construido

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Su mundo se había derrumbado tan rápido como se había construido. Con la desaparición de su hijo y de su esposa se había vuelto absolutamente loco, no sabía nada de ellos desde hace semanas, no encontraban pistas de ningún tipo, y daba igual las veces que cepillaran cada mínimo rincón de la ciudad.

Horacio no fue capaz de descansar correctamente, empezó a tener pesadillas que no dejaban de atormentarle, pues su mayor miedo se había cumplido, ya que volvía a estar separado de Gustabo sin tener noticias de él.

Ambos estaban pasando una mala racha, no había día que no derramaran alguna lágrima debido a la preocupación que sentían. Todo parecía ir tan bien... Y de repente todo se arruinó, sin aviso alguno.

Conway detuvo el coche en seco cuando su móvil empezó a sonar y vibrar debido a una llamada entrante, sudando frío cuando pudo leer en la pantalla "Número oculto".

Agarró el móvil y no esperó mucho para empezar a gritar — ¿¡Qué cojones habéis hecho con mi esposa y con mi hijo!?

Buenos días para usted también, Conway — habló una voz distorsionada desde la otra línea.

Este ignoró el comentario completamente, yendo directamente al grano — ¿¡Dónde están!?

— Joder, no me cabe ninguna duda de que Gustabo es su hijo. Los dos sois igual de directos, eh — siguió hablando despreocupadamente, sin contestar a sus preguntas — Como sea. Hablemos de negocios.

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