Capítulo 4

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— Pero Gustabo, alegra esa cara hombre — intentó Torrente animar al alumno — ¿Qué le pasa? — miró a Horacio.

— Una discusión que tuvo con el superintendente... — rasca su nuca sin mirar directamente al rubio, y le hizo un pequeño resumen de lo ocurrido.

— Ah ya... Bueno, ya le conocéis. Es muy gruñón y malhumorado, pero en el fondo solo se preocupa por sus compañeros, es su forma de ser — dijo Torrente con una voz suave, sin desviar su mirada de la carretera.

— Sí... Antes de que saliera del despacho me dijo que tuviéramos cuidado, Gustabo.

— Ni de coña va a decir eso, si le damos igual. ¿No ves que-

— ¡Cuidado! — gritó Horacio cuando una furgoneta se cruzó en su camino de repente, provocando un choque entre ambos vehículos.

Ante el fuerte golpe, los tres policías quedaron completamente aturdidos, tratando de recomponerse en sus asientos. Y para cuando levantaron la cabeza, varios sujetos enmascarados y vestidos completamente de negro estaban apuntándoles mientras bajaban de aquella furgoneta, chillándoles que bajaran ellos del patrulla.

Todo pasó muy rápido. Los tres bajaron tal como les habían dicho y rápidamente fueron atados con la muñecas detrás de sus espaldas. Seguidamente, les quitaron cualquier tipo de comunicación y fueron arrojados sin cuidado a la parte trasera de la furgoneta. Por suerte Torrente pudo avisar antes de que le quitaran las comunicaciones del QRR, pero no enviar su posición.

Conway hizo que toda la malla empezara a cepillar hasta el último rincón de la ciudad. Mientras tanto, Torrente trataba de negociar con ellos de alguna manera, pero nada servía.

A los dos alumnos les costaba asimilar todo lo que estaba sucediendo, estaban sin habla, paralizados.

Gustabo sintió su móvil vibrar en su bolsillo, y llamó la atención de uno de los enmascarados.

— ¿No le habéis quitado el móvil a este? — se acercó y metió la mano en el bolsillo, sacando el móvil. Se fijó en la pantalla, los mensajes eran de un tal "Tío Tom". Por el nombre del contacto, no le dió importancia alguna y lo guardó junto con los demás aparatos de sus compañeros.

 Por el nombre del contacto, no le dió importancia alguna y lo guardó junto con los demás aparatos de sus compañeros

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— De rodillas. Ahora — empujaron con la culata del arma a los tres hacia delante.

Habían ido en lancha a una especie de isla muy pequeña que hay no muy lejos de la costa.

Los dos alumnos obedecieron y se pusieron de rodillas, sin dejar de tener la cabeza hacia abajo enfocando la mirada hacia el suelo sin atreverse a mirarles. Mientras que Torrente se negó, quedándose de pie en medio de estos dos.

— Que te pongas de rodillas, puto gordo — ordenó uno de ellos, acercándose a él perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

— No me voy a poner de rodillas. Dejad ir a mis compañeros, son solo unos alumnos — espetó Torrente con valentía. Llevaba todo el rato intentando ponernos a salvo — Conmigo haced lo que queráis, me da igual. Lo que no voy a permitir es que en mi presencia se le apunte y amenace a un compañero.

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