Capítulo 21

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Pogo estaba de cuclillas, oculto detrás del coche junto con su jefe esperando a que diera la señal.

— ¡Ahora! — indicó finalmente. Este se puso de pie y empezó a vaciar el cargador sobre ellos sin misericordia, gastando toda la munición disparando a todo lo que se moviera, dando tiempo a Pogo para que corriera hasta el helicóptero.

Llegó y se subió en el asiento del piloto, poniendo en marcha con agilidad y rapidez el helicóptero, listo para despegar en cualquier momento.

Al calavera se le acabaron las balas, por lo que lanzó la pistola lejos mientras maldecía por lo bajo. Los agentes tomaron ventaja, ahora siendo ellos los que disparaban sin detenerse.

— ¡Al helicóptero, disparad al helicóptero! ¡Que no despegue! — gritó Michelle.

— ¡Gustabo vete, corre! — dijo el calavera, muy seguro de sí mismo, conectando mirada con el rubio.

Pogo no lo pensó dos veces y elevó el helicóptero.

— ¡Dejad de disparar al helicóptero! — Conway alzó la mano, e inmediatamente obedecieron sus órdenes — Horacio, intenta seguirlo, coge el coche. ¡Vamos!

El chico de cresta se subió al vehículo y siguió el rastro del helicóptero, haciéndose cada vez más difícil la tarea ya que se iba ocultando por encima de las nubes.

Frenó y bajó del coche, alzando la cabeza para observar el cielo por si pudiera llegar a verlo, pero ya era tarde; se escapó.

Suspiró ante la impotencia, cogiendo su pistola y golpeando la parte trasera del coche con ella para deshogarse ante la rabia que lo consumió.

Finalmente regresó al coche e informó por la radio — Lo he perdido.

Lo mismo aquí — dijo Michelle.

— ¿Qué? — Horacio frunció su ceño mientras arrancaba y se dirigía donde previamente estaba el helicóptero antes de irse.

El calavera se nos ha escapado. Joder... Ha corrido colina abajo, prácticamente se ha lanzado, y con tanto árbol lo hemos perdido. No debe estar lejos, estará deambulando por ahí. Pediremos refuerzos, para que registren toda la zona — explicó Conway.

— Joder...

¿Estás viniendo, H?

Pero, ¿y qué pasará con Pogo? — se negaba a dejarle ir, no otra vez.

Ya iremos a por él después. Acude a nuestra posición, H.

Horacio resopló un poco antes de contestar — 10-4, estoy de camino...

Bien. Date prisa.

Horacio desactivó la radio y la dejó con desgana sobre el asiento del copiloto. No podía dejar de pensar en Gustabo, preocupado e inseguro de cómo terminaría todo esto. Solo esperaba que Pogo no hiciese ninguna locura que pusiera en peligro la vida de su "hermano".

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