Capítulo 5

2.5K 157 60
                                    

Damiano

Un sonido jodidamente estridente me aleja por unos instantes de mi tarea actual: estar entre las piernas de Anna, arrodillado enfrente de ella y con mi lengua haciéndola gemir. Sus dedos en mi pelo me devuelven a la realidad, dejando de moverse y de tirar de mis mechones, pero no logran hacer que olvide la frase que acaba de decir. No me distraen ni por asomo. No me atrevería a distraerme en esta situación, lo tengo bien claro.

Menos hablar, italiano, y más...

Sí, y más follármela con la lengua. Sé que eso es justo lo que quiere.

Y lo hubiese dicho de no ser porque esa cosa -una alarma, o a saber qué coño es- me ha interrumpido a mitad de darle un orgasmo. Un orgasmo que espero que fuese increíble.

Anna da un respingo en la silla. Lo ha hecho varias veces ya desde que mi lengua ha entrado en contacto con ella, pero, en este caso, no es un gemido lo que acompaña al movimiento, sino una advertencia. Y, desgraciadamente para mí, no una advertencia de placer, no una de esas advertencias que se dan cuando estás a punto de correrte, sino una advertencia frustrada. Cabreada. Desesperada.

-Damiano. Damiano, joder, para.

El sonido se sigue escuchando; debe de salir del ordenador. Sus piernas se cierran ligeramente, forzándome a apartar mi boca de ella. Llevo mi mirada a la suya y nuestros ojos se encuentran. Frunzo el ceño.

-Pero, ¿qué coño es eso?- pregunto con voz ronca, sus manos alejándose de mi pelo y las mías, por el contrario, aún apoyadas sobre sobre sus muslos.

Me humedezco los labios, saboreando los restos que quedan de su humedad en ellos.

Anna traga saliva al verme hacer ese gesto y se levanta bruscamente de la silla, subiéndose las bragas. Yo la imito, levantándome también.

¿Qué coño le pasa?

Mentiría si digo que no me cabrea al dos cientos por ciento el hecho de que ese puto sonido nos haya interrumpido así.

Sin poder evitarlo, alzo mis cejas, observando cómo se abrocha los pantalones con manos temblorosas.

-Joder, mierda, joder, joder y joder- murmura para sí misma, en un idioma que no es italiano y mucho menos inglés. Probablemente sea español-. Soy gilipollas, mierda. Sí, soy muy gilipollas.

Me acerco a ella, colocando mi mano gentilmente sobre su brazo.

-¿Qué es eso, amore?- pregunto, señalando el portátil con la barbilla-. Relájate. ¿Es que es del trabajo?

Ella suelta una carcajada irónica, apartado mi mano.

-Ojalá fuese del trabajo- dice en voz baja mientras el jodido sonido continúa. Se sienta en la silla del escritorio de nuevo, tratando de aparentar normalidad, casi como si no hubiese estado abierta de piernas hace segundos justo ahí.

Abierta de piernas para mí. En esa puta silla.

Voy a soltar algún comentario al respecto, pero, justo entonces, llevo mi mirada a la pantalla del ordenador y me quedo completamente inmóvil, callado. En ella se puede ver perfectamente la cara de Anna siendo grabada por la cámara de portátil y, solo unos centímetros más abajo, un nombre: Alejandro.

FaceTime entrante de Alejandro, joder (por no mencionar el hecho de que ese puto nombre va a acompañado de un emoticono de corazón rojo).

Mi sexto sentido me dice perfectamente quién es ese maldito Alejandro que ha tenido que cortar este momentazo.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora