Capítulo 18

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Anna

Hace frío. No es un martes cualquiera. Es martes, 27 de noviembre del 2007, y el frío y el otoño se hacen presentes en cada rincón de casa, desde el balcón de nuestro pequeño piso hasta el salón. Me miro en el espejo del baño, empañado por el vapor tras mi ducha, y dibujo una carita sonriente sobre el cristal mientras se me seca el pelo.

He cumplido once años. Hoy. Acabo de cumplir once años. Soy de las más pequeñas de clase, bajita y desaliñada, siempre con dos trenzas y un flequillo medio rizado tapándome los ojos. Cabello de color castaño claro, clarísimo. Manos muy pequeñas. Ojos grandes, verdes o miel, dependiendo del día y de la hora. Como los de mi madre.

Echo a andar por el pasillo, soltando un suspiro. Es un pasillo muy largo, muchísimo. Hay que dar 25 pasos para atravesarlo entero, los he contado. 25 pasos son demasiados para una niña que acaba de cumplir once años. Si estuviese en mis manos, me pasaría el día entero en mi habitación, bailando delante del espejo las canciones de Mecano que suenan por la radio, las que canta mamá. La escucho perfectamente, incluso cuando está en la cocina.

Sin embargo, hoy quiero ir al salón, a pesar de que, muy desgraciadamente, esté en el extremo opuesto del apartamento.

Es mi cumple y tengo que ir. Papá me prometió que me regalaría el libro de fotografías que le he pedido. Papá lo ha prometido. Tengo que ir.

Es un libro sobre moda. Recorre todas las pasarelas internacionales más importantes del mundo a través de fotogramas, desde Milán a París, pasando por Nueva York. Me gusta la moda. Me gustan los idiomas. Me gusta cuando Tito Amador me cuenta cosas sobre el extranjero, y me gusta la Geografía. Bailar y viajar, y pintarme las uñas de negro aunque la abuela no quiera, y aprender palabras en ruso y en alemán.

Malas palabras. Me río mucho con esas.

Sonrío al recordar una de ellas y sigo caminando.

Papá me prometió que me regalaría el libro. Sé que ha cumplido su promesa.

Pero papá está triste. Lleva un tiempo triste. Mamá también lo está. Llora a veces, de noche. Siempre de noche. La oigo hablar a sollozos con mi hermano Alex después de que él llegue del colegio. No me dejan verle -siempre se encierra en su cuarto-, pero, cuando sale a cenar, noto algo raro en su cara. Arañazos. Como si se hubiera peleado con nuestro gato Félix.

Niego con la cabeza.

Pero es mi cumple. Hoy es mi cumple. Y tendré ese libro sobre moda y viajes. Y papá estará contento. Y mamá no llorará. Y Alex no se peleará con Félix.

Llego al salón tarareando a Ana Torroja. Canto Hijo de la Luna, mi favorita. La favorita de mi madre también.

En el estribillo, me quedo cortada. Callada. Se me nubla la vista. Se oye un golpe fuerte, después algo metálico cayendo al suelo. Mis pies descalzos se llenan de sangre. El libro está abierto, delante de mí, y sus hojas preciosas llenas de fotos empiezan a volverse carmesíes.

Y grito.

Grito hasta que me quedo sin voz.

No vuelvo a cruzar el pasillo.

***

Damiano

Me despierto sobresaltado, incorporándome automáticamente en la cama ante el sonido desgarrador que interrumpe mi sueño. Aún no ha salido el sol. Deben de ser las cinco de la mañana, tal vez las seis. Róterdam aún se está despertando. El domingo no ha hecho más que empezar.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora