Damiano
Se me ocurren al menos tres mil setecientas cuarenta y cinco canciones cuando siento el ardor del Jäger descendiendo por mi garganta, el bendito sabor de la boca de Anna como impregnado en el alcohol, provocando que el corazón me lata tan fuerte dentro del pecho que sé que ella misma podría sentirlo contra la suela de su bota.
La inspiración es relativa, dicen. Depende del momento, de la persona, del lugar. Se necesita el conjunto de factores externos perfectos, todos ellos alineados, para que una letra buena surja. Lo he pensado muchas veces durante estos días: ¿cuándo será el instante perfecto para que, al fin, los dioses de la música acudan a mí de nuevo?
Hoy, en este puto estudio y bebiendo Jägermeister directamente de la boca de la mujer que parece volverme loco, me doy cuenta de que la dichosa inspiración ha llegado no de la mano de los dioses de la música, sino en los labios de una jodida diosa, sí, de pelo claro y curvas infinitas, que se me ha clavado tan dentro del alma que duele.
Abro mis ojos poco a poco y me dejo seducir por los suyos, los de Anna, tan verdes y brillantes que opacan a cualquiera de las estrellas más relucientes del cielo. Se humedece los labios y, en un segundo, extiende la mano hacia mi mandíbula, agarrándome con la suficiente fuerza como para que sus dedos dejen marcas rojas en mi piel. Nos miramos y me quedo sin respiración casi sin darme cuenta.
-Joder, amore...- mi voz es un mero susurrro, un hilo. No puedo hablar siquiera. Estoy tan cachondo que siento que el simple roce de sus dedos podría quemarme la piel.
Anna chasca la lengua y me observa, divertida, retirando su bota de mi pecho con lentitud. Apoya el pie nuevamente en el suelo y mi mirada desciende por sus muslos, desde su tanga hasta el final de sus piernas.
-¿Te he dado yo permiso para que hables, italiano?
Dios santo.
La polla se me retuerce por dentro de los pantalones ante esa frase.
-¿Es que me tienes que dar permiso, Anna?- me atrevo a preguntar, retándola deliberadamente. Algo en su rostro me dice que quiere jugar y yo, más que nunca, estoy listo para hacerlo. No me voy a dejar controlar tan fácilmente, incluso aunque esté ansiándolo en el interior. Es más divertido si ella también sufre un poquito.
Su mano pasa de mi mandíbula a mi pelo y tira de los mechones con fuerza, haciéndome sisear.
-Puedes hacer lo que quieras, Damiano, pero no voy a dejar que me folles si no me obedeces- murmura y, para mi puta sorpresa y suerte, cede a sus deseos más internos y se coloca a horcajadas sobre mí.
Intento impulsarla con mis manos hacia mi entrepierna, ansioso por clavar mis dedos en su culo y hundirme en ella hasta que los movimientos de sus caderas me lleven al orgasmo mientras me cabalga.
Pero no.
Me coge por las muñecas y coloca mis manos por detrás de mi cabeza, reteniéndome. Joder, no sé qué es lo que me pone más cachondo ahora mismo: su tanga húmedo a punto de entrar en contacto con mis pantalones o la fuerza que ejerce sobre mí, la forma en que gobierna sobre mi mente y mi cuerpo.
No me lo va a poner fácil y eso me vuelve loco.
-No. Aún no- me advierte Anna-. No me vas a poner un dedo encima hasta que haya conseguido que te corras suplicándome- se inclina a mi oído-. ¿No te parece divertido, Damiano? Dejarte llevar y relevarme todo el poder a mí. Tú no eres el diablo hoy, amore mio, ni mucho menos yo un ángel. Vamos a invertir la situación.
Joder, no sabes cuánto me gusta la idea.
Era consciente de que a Anna le ponía el dolor. Agarrarla del cuello y asfixiarla, morder sus labios hasta hacerle sangre, embestirla con tanta fuerza que las paredes de Santuario Måneskin retumben ante sus gritos. Dejarme los nudillos blancos de clavar mis dedos en sus piernas. Tirarle con fuerza del pelo.
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The Devil's Room
Fanfiction"Giocare con il nemico è molto più divertente, amore" (Jugar con el enemigo es mucho más divertido, amor) . . . . Un concurso. Demasiados chupitos de Jäger. Un pacto con el mismísimo diablo. Y mucho tiempo sin follar. ~ Anna, una joven estudiante...