Capítulo 19

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Anna

Los nervios me consumen. Me dejan exhausta y con el corazón latiéndome a mil por hora y una sonrisa imborrable en la cara. Las piernas me tiemblan ligeramente y no puedo parar de morderme el interior de la mejilla, cosa que hago desde que tengo uso de razón cada vez que va a pasar algo importante- porque, sí, tengo la sensación de que este viaje va a ser importante de algún modo-.

Damiano y yo cogemos un taxi desde el hotel al aeropuerto. Según lo que me ha explicado -y, sinceramente, el nudo que tengo en el estómago no me ha permitido entenderle del todo-, Ethan, Victoria y Thomas han comido juntos y se han ido un rato antes con Martha, la actual manager de la banda, y con algunos miembros más del equipo. Me pregunto si les habrá extrañado que Damiano no haya ido a comer con ellos, eso en el caso de que no sepan que ha pasado la noche conmigo. Consecuentemente, me pregunto también si les habrá contado que casi le vomito encima, que hemos dormido juntos -desnudos, Dios mío-, que he tenido una pesadilla en su cama y, por último y no menos importante, que me ha dado el mejor orgasmo que he tenido en meses.

¿Meses? ¿Años?

Trago saliva. No creo que estos cuatro tengan muchos secretos.

De todas formas, Victoria me va a acosar a preguntas en cuanto me vea, así que ella, al menos, sí que se va a enterar. Thomas y Ethan son más reservados en ese aspecto, pero, créeme que si les pones una botella de vodka o whisky delante, se vuelven las personas más atrevidas del mundo. Nunca pensé que vería al batería, siempre serio y tranquilo, bailando, pero al parecer anoche fue la excepción a esa regla. Y Thomas... mejor no hablar de Thomas y su increíble gusto musical... y el striptease que casi hace subido a la barra. Vic me ha dicho que con lo de ser el DJ se viene muy arriba. Literalmente.

Durante todo el trayecto en taxi, la mano de Damiano no se aparta de mi muslo, y yo pongo toda mi fuerza de voluntad para contenerme y no besarle aquí mismo. No hemos hablado de lo de anoche, no hemos hablado de lo de Alejandro y, definitivamente, no hemos vuelto a mencionar mi pesadilla ni el mínimo dato (nótese el sarcasmo) de que se supone que somos amigos, pero me siento tan increíblemente cómoda estando juntos, como un poco más yo y menos Anna Bárbara, que prefiero dejar las cosas así.

Porque, joder, es mi amigo, ¿no? Ya está. Nos llevamos muy bien y tenemos mucha complicidad. Punto.

Sí, Anna, un amigo que te agarra del cuello mientras te masturba en el baño de una puta discoteca en Róterdam.

Un amigo con el que vuelvo a Milán, a mi amada Milán, conociéndole de apenas tres días.

Tres días dan para mucho, por lo visto.

Porque, sí, conociéndonos de solo tres días, todas y cada una de las caricias que Damiano deja sobre mi piel son reconfortantes -jodidamente reconfortantes, he de decir- sobre todo después del sueño que he tenido esta noche y de la horrible sensación de culpa que me pesa en el pecho por no haber hablado aún con mi madre. Con Alex, tampoco. Me prometo que les llamaré en cuanto lleguemos a Italia. Sé que me apoyarán en esto -o eso espero-, pero si se lo cuento ahora, probablemente me arrepentiré y, al fin y al cabo, no me subiré a ese puto avión. Y me muero por subirme, me muero por volver, eso está claro. De ahí mis nervios.

-Cambio de planes- escucho que dice Damiano a mi lado, sus ojos fijos en la pantalla del teléfono-. Ethan me acaba de enviar un mensaje.

Frunzo el ceño.

-¿Qué pasa? ¿Hay algún problema?- cuestiono casi al instante, mirándole-. ¿No vamos a Milán?

Me devuelve la mirada y sonríe de lado, dejando un apretón juguetón en la parte superior de mi muslo.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora