Capítulo 6

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Damiano

La luz que entra por las ventanas es jodidamente fuerte y me hace soltar un gruñido desde lo más profundo de mis pulmones. No tengo ni puta idea de qué hora es, pero teniendo en cuenta que el sol me está dejando casi ciego incluso con los ojos cerrados, debe ser cerca del mediodía. Me paso las manos por la cara e inhalo profundamente, soltando el aire poco a poco después en una especie de suspiro. El dolor de cabeza me está matando y estoy empezando a pensar que sí es verdad eso de que los chupitos eran demasiado fuertes. No creo que bebiese mucho anoche, pero el alcohol acumulado en mi organismo de días atrás parece haber hecho mella en mi cuerpo. Hoy. Justo hoy.

Dios santo. Los putos chupitos de Jåger. Y Anna. Y sus piernas abiertas, y esa cara de placer mientras mi lengua se deslizaba sobre ella, y eso malditos gemidos y...

Joder. Ni siquiera me he levantado de la cama y ya la tengo dura.

Suspiro de nuevo.

Muy bien, Damiano. Hoy empiezas el día empalmado.

A regañadientes, abro los ojos y ruedo por la cama, dando vueltas sobre el colchón hasta quedarme en el borde y dejarme caer al suelo. Una vez así, tirado sobre la alfombra, solo me queda levantarme al fin, agarrándome a la pared con una mano y cubriéndome la cara con la otra mientras mis ojos se van adaptando a la luz.

Sigo con la misma ropa, por supuesto. De hecho, estoy seguro de que ayer me quedé dormido en cuanto Victoria se fue de la habitación. Mirando el lado bueno, al menos estaba en la cama y no en el baño o a saber dios dónde.

Trago saliva al sentir mi erección presionando contra mis pantalones, que son demasiado estrechos para mi gusto.

Joder, tengo que mear.

Me doy la vuelta y echo a andar por la habitación, dirigiéndome al baño. La puerta está abierta, cosa que no me sorprende. Victoria siempre la deja así, incluso aunque se esté duchando. Creo que, llegados a este punto, prácticamente puedo decir con total sinceridad que la he visto desnuda. Al completo, sí.

Entro lentamente, mi cara demacrada reflejándose en el espejo al instante. Por dios, ¿quién coño pone un puto espejo justo enfrente de la puerta del baño? Es casi ilegal tener que verme estas ojeras tan temprano.

-Te dejo, Vic. El bello durmiente ha despertado- escucho que dice alguien a mi lado y doy un respingo que casi me hace chocarme con la pared. Abro los ojos como platos al instante.

-¿Thomas? ¿En serio? ¿Qué coño te pasa, tío?- hablo, con la voz ronca y sin respiración después del susto que me ha dado. Este tío es gilipollas.

¿Y por qué parece que todo el puto mundo tiene la llave de mi habitación?

Me paso las manos por el pelo, resoplando alterado.

Mi querido amigo Thomas (nótese el sarcasmo), por el contrario, está totalmente tranquilo, con el teléfono en una mano, colocado cerca de la oreja, y un cigarrillo en la otra. El baño es suficientemente grande como para que no lo haya visto en cuanto he entrado. Ahora mismo, le observo mientras está sentado en el borde de la bañera, con la espalda apoyada en la pared y soltando el humo del cigarro lentamente.

Joder, voy a matarle. Esto podría considerarse como invasión de la privacidad, ¿no?

Me quedo mirándole y alzo las cejas al ver el atuendo que lleva puesto: unos pantalones de cuero negros y una americana del mismo color, abierta. Va sin camiseta, está perfectamente peinado y tiene en la cara esa expresión de concentración que pone cada vez que vamos a hacer algo importante. Me mira y, después de colgarle a quien supongo que era Victoria, se guarda el teléfono en el bolsillo.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora