Anna
La cama de mi habitación de hotel me acoge gratamente en cuanto llego después de dar por finalizado el trabajo de hoy. Estoy cansada a más no poder y, cuando me dejo caer sobre el colchón, a pesar de que odio estas almohadas, mi cuerpo entero parece agradecerlo. Mis músculos se relajan de forma automática. Ni siquiera se me pasa por la cabeza quitarme la ropa. No tengo fuerzas para eso.
Me he pasado todo el puto día corriendo de un lado a otro, apresurada para llegar a tiempo a las entrevistas, y cargando lo que se podría considerar como toneladas de conjuntos de ropa y estilismos. La última hora ha terminado por matarme. Me he tenido que recorrer medio Róterdam, desde el restaurante donde he almorzado con el equipo hasta el hotel, andando porque no encontraba ni un puto taxi -en serio, ni uno-, y, por si no fuera poco, en cuanto llego, me toca ir a la cafetería a pedir gilipolleces al room service.
Aunque, sinceramente, no puedo quejarme de eso último. Digamos que ha sido... divertido, sobre todo después de que Damiano apareciera por la puerta con esos vaqueros ajustados y una sudadera gris. Es la primera vez que le he visto con un atuendo tan... simple, teniendo en cuenta, claro, que nos conocimos ayer mismo.
Ayer, joder. No me quiero ni acordar de las cosas que hice ayer bajo los efectos del alcohol y de los nervios y de... Bueno, el olor tan jodidamente intenso del perfume de Damiano mezclado con su perfecto acento italiano no ayudaba.
Al igual que no ayudaban los meses que llevo sin tener un buen orgasmo.
Y no, no es que no me haya acostado con Alejandro. Es que, resumidamente, mis relaciones sexuales no son muy satisfactorias últimamente.
Tiene sentido que me haya olvidado de mi novio un ratito, entonces, ¿no?
Suelto un suspiro, negando con la cabeza para mí misma, y me paso las manos por la cara. Afortunadamente, Damiano y yo hemos cerrado el desastroso capítulo de anoche -nada de follar, solo amigos-, cosa que me facilita el hecho de no volver a pensar en su... lengua y su boca.
Exacto. No tengo que pensar en el italiano ahora. Ni mucho menos en Alejandro.
Cierro los ojos, tratando de despejar mi mente, y, gracias a los cielos, consigo quedarme dormida.
Al contrario de otros días, no hay pesadillas hoy. Estoy demasiado cansada como para que las haya.
***
Anna
Me despierto con el sonido estridente de mi teléfono resonando por toda la habitación. Tengo ese típico tono de llamada que viene por defecto instalado en el software. Me da mucha pereza cambiarlo, pero, joder, lo voy a reconsiderar, porque suena más fuerte que ningún otro. No es de extrañar que me incorpore al instante, sobresaltada.
Agarro el teléfono automáticamente, deslizando mis dedos por la pantalla tanto para desbloquear el móvil como para rechazar la llamada.
Suspiro de alivio. Creía que sería Alejandro -y, definitivamente, no tengo ganas de hablar con él-, pero es mi madre.
Sin embargo, el alivio no dura mucho, siendo sustituido por una ola de pánico. Por suerte, mamá me ha dejado varios mensajes también, asegurando que no pasa nada malo. Solo quiere saber cómo me encuentro. Me hago una nota mental para llamarla después.
Resoplo. Mi abuela no ha estado en sus mejores momentos en cuanto a salud últimamente y me es inevitable asustarme cada vez que alguien de casa me llama. Cuando eso ocurre, siempre me pasan por la cabeza los peores escenarios posibles: o que se haya puesto grave, o que, finalmente, su enfermedad haya conseguido... llevársela.
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The Devil's Room
Fanfic"Giocare con il nemico è molto più divertente, amore" (Jugar con el enemigo es mucho más divertido, amor) . . . . Un concurso. Demasiados chupitos de Jäger. Un pacto con el mismísimo diablo. Y mucho tiempo sin follar. ~ Anna, una joven estudiante...