Capítulo 3

2.5K 161 55
                                    

Anna

Su lengua debería estar castigada con pena de muerte. Debería estar en el puto infierno ya por moverla tan bien dentro de mi boca, con una dominación que me deja sin aire en los pulmones.

He sido yo la que me he lanzado, lo sé perfectamente. Por unas décimas de segundo se ha quedado quieto, como estático, tratando de asimilar lo que estaba haciendo. Yo también me he quedado así, con su camisa aún fuertemente agarrada, pero sin saber cómo reaccionar al puto impulso que me ha dado en el cerebro. Justo después he sentido su boca en la mía de nuevo, sus labios jodidamente ansiosos y dominantes y calientes y... Joder. No sé qué coño pensar ahora mismo, sobre todo porque sus manos, que antes se encontraban en mi cadera, están subiendo cada vez más y más arriba, hasta mis costillas.

Le he besado.

Dios, Anna, sí. Lo has besado.

Y tengo novio.

El pensamiento pasa por mi mente como un rayo, lo suficientemente rápido como para que no pueda apartarme de Damiano aún, pero también lo suficientemente lento como para que me dé cuenta de que, joder, tengo un puto novio.

Mierda, Anna, sí. Tienes novio.

Voy a matar a quien sea que me haya pedido ese puto chupito. Juro por dios que voy a matar a esa persona por... por alcoholizarme. Sí, exacto. Me han drogado, me han drogado, me han debido de hacer algo.

Porque..., no sé, una copa no es suficiente como para que me olvide de que tengo novio, ¿no?

Pero ¿cuántas copas han sido en realidad?

Mierda, ¿cuánto he bebido?

Damiano se aparta, devolviéndome a la realidad bruscamente. Se acerca para susurrarme algo en el oído y su barba de dos días me hace cosquillas en la mandíbula.

Sí, en la mandíbula... y en otros sitios también.

-¿Ocurre algo, amore?- murmura, haciendo que mi piel se erice por completo.

Trago saliva, echándome un poco al lado. Si siento sus labios así de cerca, voy a volver a cometer una locura.

-Nada... no pasa nada... Es que yo...

Le doy un empujón suave en el pecho, apartándolo aún más, y su ceño se frunce al instante. Mi mirada se encuentra fija en el suelo, que parece haberse vuelto muy interesante ahora mismo

-Te he preguntado qué te pasa, española- dice ahora, más demandante-. Te tenía prácticamente gimiendo por ese beso, pero te has quedado quieta.

Su elección de palabras me deja algo descolocada y un impulso de calor baja por mi cuerpo, directamente hacia mi entrepierna.

Tienes novio, tienes novio, tienes novio. Mierda, tengo novio.

-¿Yo? ¿Quieta? No, yo... Yo no...

-Sí, quieta- suelta una carcajada ronca-. Me ha extrañado bastante. Por la forma en que me has agarrado de la camisa antes cualquiera diría que estabas bastante cachonda.

"No sabes cuánto, Damiano, cariño" pienso y mi subconsciente me da un tortazo al instante, sacándome esos pensamientos de la cabeza.

Las puertas del ascensor se abren y lo agradezco interiormente. Salvada por la campana, joder.

Salgo con pasos rápidos al pasillo, dirigiéndome a mi habitación -si es que acaso la encuentro, teniendo en cuenta que mis piernas se han vuelto gelatina y mi cerebro no ayuda una mierda-.

-Amore.

-Deja de llamarme "amore"-hablo, rebuscando en mi bolsillo la llave de la habitación. Suspiro de alivio al encontrarla.

-Eres consciente de que has sido tú quien me ha besado, ¿verdad, española?

Trato de abrir la puerta con la puta llave, pero sorpresa, sorpresa: no entra. ¿Es que acaso puede ir peor la noche?

-Espera, deja que piense... ¿También has perdido la llave?

Niego al instante.

-No, técnicamente no la he perdido. De hecho, es imposible que la haya perdido, porque la tengo en la mano ahora mismo, pero el problema es que no entra en la puta cerradura y tengo muchas cosas que hacer, y tú ni siquiera deberías haberme acompañado aquí, y me van a despedir, y, joder, no sé por qué coño me he bebido esos chupitos- le miro, pensando en voz alta a una velocidad ininteligible-. Ay, dios mío, ¿cuántos chupitos me he tomado? ¿Me habrán drogado? ¿Es eso? O estoy soñando. Sí, debo de estar soñando. Esto es un puto sueño, pellízcame ya.

Inhalo profundamente, cogiendo aire después de mi retahíla de palabras sin sentido.

-Estás hablando mucho otra vez- sonríe de lado.

-Lo sé, lo sé. Mierda, lo sé- digo, suspirando.

Mi mirada se centra en la cerradura de nuevo mientras trato de abrir la puerta. Sigue sin entrar.

-¿Estás segura de que esta es tu habitación?- escucho que pregunta a mis espaldas.

Asiento efusivamente.

-Sí, la 214. Es esta- murmuro, creo que más para mí misma que para él.

Para mi sorpresa, Damiano se echa a reír y, cuando me giro para mirarle, está negando con la cabeza, descojonándose él solo.

-¿Sabes qué? Estoy empezando a pensar que sí has bebido mucho- me dice, soltando otra carcajada-. Aunque debo felicitarte porque, querida, no se te nota nada al hablar. Tienes una pronunciación prácticamente perfecta.

Su expresión divertida me está poniendo nerviosa.

-¿Qué coño dices?

-Que estamos en la habitación 212, no en la 214, amore. Eso digo.

-¿Que qué?

Alzo mi mirada hacia el cartelito que hay junto a la puerta. Efectivamente, esta es la habitación 212. Inhalo profundamente y saco la llave de la cerradura, tratando de recoger la poca dignidad que me queda ya.

Esta noche está resultando ser una puta mierda, más mierda que esa bola de 10 metros que van a colgar mañana en el techo, porque:

1. He perdido el pase del hotel.
2. Me he bebido a saber dios cuántos chupitos.
3. Le he comido la boca a un italiano sexy que no conozco de nada.
4. Estoy haciendo el ridículo delante de dicho italiano y... ¿acabo de decir que es sexy?
5. Por último y no por eso menos importante: tengo novio. Un puto novio que debe de estar muy tranquilo en España mientras yo me morreo con este tío. Este tío sexy.

Exacto, Anna, muy bien. Vas por el puto buen camino (nótese el sarcasmo).

Echo a andar hacia la habitación, mirando atentamente esta vez si es de verdad la mía. Cuando la llave se desliza en la cerradura, se abre prácticamente al instante, con una facilidad que me hace suspirar de alivio de nuevo.

-¿Me vas a decir ya qué coño te pasa, amore?- habla Damiano, entrando en la habitación detrás de mí.

Joder.

El italiano sexy está entrando conmigo. A mi habitación. Una habitación con cama.

Alerta roja.

***
Un capítulo algo más corto, pero necesitaba dividirlo en dos o saldría demasiado intenso. Además, todo sea porque el capítulo 4 llegue con mucha fuerza.

Por cierto, ¿alerta roja? ¿Qué creéis que va a pasar con Anna y Damiano?

Espero que os guste.

Con mucho amor,
_bookjournalist_

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora