Capítulo 27

1.8K 116 54
                                    

Anna

Enfrentarse al pasado nunca es fácil.

El pasado es como ese antiguo novio al que vuelves una noche de fiesta o una mañana de resaca, siempre con la vista nublada y alcohol de por medio. El mismo novio al que dejaste porque estabas cansada de vuestra tóxica y amargada relación, pero que, a fin de cuentas, nunca te terminas acostumbrando a olvidar.

Te es imposible recordar por qué lo vuestro acabó y eso es lo peor que puede ocurrirte. Olvidar te hace volver a caer en la tentación.

¿Es que acaso te hizo daño? ¿Se lo hiciste tú a él? ¿Es que se apagó la llama o simplemente era tan intensa que os terminasteis consumiendo ambos en ella?

¿Fui yo quien se consumió?

¿Me olvidé de mí?

Con un suspiro debilitado escapando de mis labios y un dolor oprimiéndome el pecho a cada segundo que pasa, recuerdo uno de mis fragmentos favoritos de Ludo Costa, autora italiana que me fascinó desde el primer momento en que pisé este precioso país. Es uno de esos fragmentos  que se te quedan clavados no solo en el cerebro, sino también en el rinconcito de tu corazón que permanece reservado para las cosas que más valoras, y sus palabras, a pesar de la lejanía entre mi alma y su pluma, resuenan en mi mente mientras me siento en el suelo del estudio de danza, mirándome por primera vez en el espejo que me ha visto crecer, tanto física como mentalmente, después de tres años, con mis músculos quejándose a cada movimiento que realizo.

"Roma. Amor del revés" escribió mi querida Ludovica en uno de sus poemarios. "Tú y nuestro piso diminuto en el centro de la ciudad, una copa de vino para almorzar y mis libros en tu mesilla de noche. Hacer el amor todos los fines de semana. Solo los fines de semana. Que me beses en la frente sin ganas cuando llegues. Una llama que se apaga siempre que tus musas acuden, la misma llama que no puedo avivar ni siquiera aunque te escriba. Rutina.

¿Merecen la pena todos los versos que te dedico en las noches que no estás en casa?

¿Merece la pena Roma? ¿La merece la rutina?

¿Merece la pena el amor?

Si es que amarte me cansa, cariño. Odio que lo haga, pero es la verdad.

Amarte me cansa, y este fuego ya no se enciende solo con mis cerillas, y tu insomnio confirma todos y cada uno de mis pensamientos, y mis crisis nerviosas y mi sol en Capricornio y mi feminismo incansable ya no son suficientes para toda la ambición que llevas dentro. Para tus ganas de comerte el mundo y salir de mi Roma, de mi rutina. De mi corazón.

Si algo termina es porque debe hacerlo.

Acabemos ya con esto".

-Arriba, pajarito- la voz de Gia es lo suficientemente alta como para sacarme de mis pensamientos. Mis piernas reaccionan antes que mi cerebro. Me levanto al instante, posicionándome, recordando las mañanas milanesas de invierno, frías y húmedas, en las que me solía decir la misma frase cada vez que entraba en el estudio-. No estás en forma, Anna. Has pasado mucho tiempo sin bailar. Deja de martirizarte y de atormentarte. Te lo veo en la cara.

Me paso una mano por el pelo y confronto mi imagen en el espejo de la pared, tan alto como la distancia entre el suelo y el techo.

Enfrentarse al pasado es difícil. Enfrentarse a mí yo del pasado lo es aún más.

-Creía que sería más fácil. Volver a bailar, digo. Volver al estudio- trago saliva, observando atentamente mis piernas. Tiemblan por el simple esfuerzo de mantenerme en puntas de pie sobre el parqué. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que me mantuve así de recta, así de estirada. Así de dolorida, también. Solo esto supone un esfuerzo enorme para mi cuerpo.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora