Capítulo 21

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Anna

La familia de Damiano es perfecta. Sin exagerar. La unión que tienen entre todos roza la perfección. Es algo digno de observar, con paciencia, apreciando cómo se desenvuelven juntos, en un ambiente tan acogedor y familiar como el de su casa.

La primera sensación que me recorre el cuerpo al conocer tanto a su padres, Rosa y Daniele, como a Jacopo, su hermano, y Alice, su cuñada, es ternura. Una ternura infinita. Y alegría. Felicidad por ver que se lleven tan bien entre ellos, por verles tan unidos y tan contentos tras el regreso de Damiano, tras su victoria. Están orgullosos, rebosantes de piropos no solo para él, sino para los cuatro, para la banda al completo. Mencionan también el trabajo tan excelente que ha llevado a cabo su estilista y, durante la cena, no tienen reparo en demostrar sus ansias por el futuro. Por saber qué será de Måneskin en los próximos años, sobre todo ahora que su gran éxito en redes sociales apunta a que se convertirán en un fenómeno musical, una inspiración para Italia, para personas de todos los rincones del planeta.

La segunda sensación, sin embargo, es rabia. Envidia. Me avergüenza incluso pensarlo. Odio que mi mente sea tan cruel y retorcida como para tener celos de la familia de Damiano, como para sentir algo tan oscuro como la envidia ante los destellos de cariño y complicidad que se vislumbran entre ellos por el más pequeño de los gestos. En el fondo, sé que esto solo es una fachada. Todas las familias tienen problemas, todos han pasado por malas épocas, por incidentes horribles que nadie quiere recordar. Sé que, a los ojos de un invitado -yo, en este caso-, cualquier persona razonable se quiere mostrar en la mejor versión de sí mismo. Es lo que pasa, por ejemplo, cuando llevas a un amigo a casa y tu madre se empeña en convertirse en la madre más amable y considerada del mundo. La mejor.

Sé, de verdad, sé que esto es solo una fachada, pero, en el caso de mi familia, desgraciadamente, incluso la fachada ha estado siempre hasta arriba de mierda.

La cena, gracias a los cielos, transcurre sin incidentes vergonzosos. No hablo demasiado; prefiero escuchar. Daniele y Rosa llevan siendo tripulantes de cabina toda la vida y tienen unas historias espectaculares que contar sobre sus vuelos al extranjero, las típicas anécdotas en las que a uno le gustaría estar presente, de las que se quiere tener memoria para toda la vida. Tengo que admitir que Daniele me recuerda mucho a mi tío Amador. Adora la Geografía y las culturas y etnias de otros países; es por eso que se interesa mucho en mi carrera y en mi opinión sobre el aprendizaje de una cultura diferente a la tuya a través del idioma.

Mientras hablo con ellos, me siento parte de algo. De un todo. Como la última pieza del puzle encajando. Es una sensación increíble, intensificada por el tacto de los dedos de Damiano en mi pierna, recordándome que está ahí, a mi lado, en caso de que empiece a ponerme nerviosa y hable mucho otra vez.

Soltando un suspiro, me obligo a salir de mis pensamientos y volver a la realidad. Estoy en la habitación de Damiano, sentada en el borde de su cama y con la mirada fija en su pared llena de pósters de Led Zeppelin. Completamente sola; él se está duchando. Las manos me tiemblan cuando agarro el teléfono y lo coloco delante de mi cara, decidida a marcar el número de mi madre. Creía que dar este paso sería más fácil, pero solo de ver que tengo como 15 llamadas perdidas de Alejandro, otras 15 más de mamá  y un mensaje corto pero jodidamente directo de Andrea, me pongo pálida.

<<¿Por qué coño te he visto en portada de una revista subiéndote a un avión con Míster Italia cuando ya deberías de haber llegado a casa? ¿Qué has hecho, tía, joder? Y, por cierto, tu madre no para de llamarme. Anojandro también. Ya me contarás>> es lo que dice.

Trago saliva y decido marcar el número de mi madre, al fin. Lo coge a los tres toques, inesperadamente rápido para ella.

-Mamá...- murmuro, mi tono de voz serio, anticipando los peores escenarios posibles.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora