Capítulo 7

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Damiano

La cafetería está praticamente vacía cuando llegamos y lo agradezco internamente más de lo que debería. Según he oído, los organizadores del concurso han sido bastante discretos en cuanto al sitio en el que se iban a alojar los representantes de cada país, así que el hotel en el que nos estamos quedando es uno de los más tranquilos -y hay que mencionar, también, más lujosos- de todo Róterdam. Me atrevería a decir que no solo de Róterdam, sino de todos los Países Bajos al completo, y, aunque muchas personas conocen el sitio, durante el tiempo que vamos a estar aquí, hasta el día de la final, se ha decidido reservar el hotel entero para el concurso.

Me paso las manos por la cara y después por el pelo, tratando de aliviar algo de la tensión acumulada en mi cuerpo durante el día.

La estancia estaría complemente en silencio si no fuese por el sonido que hacen algunas copas al apoyarlas en la barra o el silbido de las cafeteras cuando expulsan vapor. Victoria y Ethan se dirigen hasta una de las mesas del fondo, buscando tranquilidad tanto para poder hablar de la jodida -aunque, según Vic, morbosa- rueda de prensa, como para también concretar algunos detalles de última hora sobre la actuación de mañana. Sí, mañana.

Joder.

La puta final de Eurovisión es mañana y yo, en vez de pasarme el día disfrutando cada segundo de nuestra estancia aquí, me he cabreado hace unas horas con la puta prensa de los cojones. Suspiro. Bien sabe dios que me sacan de quicio sus actitudes tan poco... profesionales. Dejémoslo ahí.

Sin poder demorarlo más, camino hasta la barra, alejándome de mis compañeros, con las manos en los bolsillos y la esperanza de poder tomarme un café cargado. Muy muy cargado. Siempre me ha gustado así, incluso cuando tenía dieciséis años y Thomas se burlaba de mí por beber "cosas de ancianos" a esa edad. Claro está que, si hubiese estado en su mano, por aquel entonces él también habría tomado café solo... con un lingotazo de whisky, justamente su actual bebida favorita. Supongo que debería ser yo ahora quien se burle de él.

Frunzo el ceño al ver a alguien más en la barra. Es una chica, con el pelo recogido en una coleta, medianamente rubio, aunque castaño por las raíces; lleva una camiseta blanca que deja sus hombros al aire y unos vaqueros de color grisáceo, desteñidos.

O no había nadie antes y acaba de llegar, o yo no me he dado cuenta de que estaba ahí hasta ahora.

Sin embargo, descarto la segunda opción al instante, porque si algo tengo por seguro es que hubiese reconocido esas curvas a kilómetros a la redonda. Y esas piernas, las mismas piernas que he visto ya sin pantalones. Completamente desnudas.

Me acerco con una sonrisa de suficiencia y dejo un toque con mi índice en su hombro que consigue sobresaltarla. Estaba demasiado ensimismada en su teléfono como para notar que alguien había llegado.

-Ciao, amore. No quería asustarte- hablo, mi tono de voz lo suficientemente bajo como para que el camarero no nos escuche-. ¿Cómo tú por aquí?

Anna me mira y sus ojos castaños se abren como platos. Su expresión es de sorpresa al principio, aunque, segundos después, noto cómo sus mejillas se enrojecen. Me sorprende bastante que ponga esa cara de inocencia ahora cuando, en realidad, ayer mismo gemía mientras me tiraba del pelo.

Sinceramente, me sorprende y me pone.

-Damiano...- murmura. Joder, me encanta que me llame por mi nombre-. Yo, eh, ya sabes, haciendo mi trabajo de mierda. Tenía que pedir varias cosas al room service- suelta una carcajada nerviosa y señala al camarero con la barbilla. Justo después de eso, sus ojos suben y bajan por mi cuerpo, no con lujuria, sino, más bien, analizándome.

The Devil's RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora