Capítulo 43: Los Irken no duermen.

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Volvieron al edificio y reposaron en el primer piso

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Volvieron al edificio y reposaron en el primer piso.

— Ah. . . Esto se siente como tomarse un día libre. — Exclamó la fémina acostándose en un sillón, abrazando su vientre.

— En realidad es eso.

— ¡¿Nos tomaremos todo el día?! — Saltó emocionada, Púrpura asintió — ¡Siii! Nunca pensé que me alegraría de una ruptura amorosa. . .— Exclamó tomando un cojín y cerrando los ojos.

— Debo encontrarlo. . .

— ¿A Rojo?

El Irken sintió como si le hubieran dado un golpe, odiaba que les llamara por sus nombres.

— No. . . le digas así. — Gruñó, aguantando jalar de sus antenas — Pero, sí.

— ¿Y por qué? Es decir, dijiste que no querías volver a verlo, y dijiste que querías mantener tu juramento. ¿Por qué lo harías? — Pausó aguardando por una respuesta que nunca llegó — Oye, esto suele pasar en veces. Si vas a buscarlo sólo lo perdonarás y esto será un ciclo, ¿cuantas veces no se han odiado taaaanto pero siguieron? ¿Mmh?

— ¡No es un estúpido ciclo! — Tomó un jarrón cercano y lo lanzó cerca de dónde Saphir, se estaba comenzando a asustar, pero aún así se mantuvo firme

— ¿Ha pasado otras veces? Dime sí o no, ¿ha pasado otras veces lo que te dije?

— ¿Eso que importa?

— Exacto, lo que importa es que no quiero que le vuelvas a hablar. — Espetó, y la furia el mayor se vió refleja en lo lento que le volteó a ver, indignado

— ¿Crees que a mi me preguntaron cómo era la especie que quería gobernar antes de venir?

— ¿Eso qué tiene que ver Púrpura?

— ¡Deja de llamarme así! — Se acercó y le propicionó una resonante cachetada, al menos esta vez había caído en un colchón.

Los orbes azules de Saphir temblaban del estrés, apretaba la mandíbula y aguantaba los gritos y lágrimas, se sentía tan denigrada, Púrpura le hacía eso con más frecuencia de lo que se podía pensar.

Y en esos momentos conoció por primera vez en su vida que era capaz de odiar algo, odiaba que alguien se creyera más que ella, que a base de violencia le intentaran aclarar ese falso hecho, y que ella no pudiera hacer algo aunque quisiera.

Tomó su mejilla en su mano, y observó expectante que se teñía del verde de su sangre, la había vuelto a rasguñar.

Exhaló y desvió la mirada, visiblemente molesta, temblando y aguantando las ganas de lanzarle algo de regreso, otra cosa que aborrecía, no tener la fuerza para hacerle frente, aunque representara una muy mala idea.

—. . . No te digo así, entonces, Irken. — Exclamó temblorosa del enojo, movía sus manos y pies ansiosa — Aunque tú fuiste el idiota que me pidió que te llamara así. . . — Susurró y el contrario alzó la mano de nuevo.

Saphir se tensó y cubrió su rostro con sus brazos, aún con el ceño fruncido y la mirada baja, rabiosa.

Púrpura bajó su amenaza y subió rápidamente, si en la mañana se sentía frío, ahora sentía que ardía en llamas.

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Estar encerrado pareció nunca ser una buena idea.

Durante los pocos días que estuvo en la ciudad se preguntó que era lo que le causaba tantos mareos cada que salía.

Pero ese día de desviación el causante de tales malestares le clamaba como paciente.

Nunca había estado tan cerca del bosque de ectil como la vista del balcón le ofrecía, y ya estando tan próximo el mareo logró evolucionar en la relajación que el olor de su sabia y hojas frescas ofrecían.

Los árboles de ectil eran propensos a ser más ventosos en la mañana entrada. Hora exacta en la que Rojo había salido al balcón en busca de alivio, y vaya que lo encontró al aventurarse entre esas malezas, centímetros de hojas caídas, animales e insectos desconocidos, y un olor sin igual.

Estando en medio de tal vegetación hasta el llorar era aliviador, no como antes, que solo le cargaba mucho más pesar.

Había saltado del balcón columpiándose con ayuda de sus prótesis de las firmes y secas ramas.

Entre tropezones, caídas y acrobacias desahogó junto al llanto su pesar.

Le resultaba aliviador y desestresante, escuchaba cuchicheos de miles de patas huyendo ante sus prominentes caídas, que le hacía sentir tanto solo como temido, siendo de nuevo una presencia imponente a su percibir, veía las lejanas copas sacudirse, por el viento, pensaba.

Las hojas se acercaban como puntos del cielo, sería magnífico si así funcionaran las estrellas, puntos de objetos lejanos pero próximos, que se acercan como meteoritos pero llegan indefensos, ligeros, hermosos.

Una hoja tardaba en realidad horas en caer, pero él visualizó las que ya estaban próximas, esperando estático sin perderle el rastro a los pétalos, cayó frente a su rostro, la tomó por entre sus dedos y el tiempo en que se mantuvo en tranquilidad se encorvó por su opuesto, siendo tomado nuevamente por las brasas por todo su cuerpo, impotencia que le hacía correr sin rumbo.

Arrancaba ramas con fuerzas de tales magnitudes que no pensaba que podría recoger, los vástagos estaban muy arraigados a su árbol y en realidad propicionó variados daños a su misma persona, había desgastado las garras naturales que todo Irken poseía, incluso había raspado de tal modo sus manos que era copiosa la sangre que las cubría, además de estar cubiertas por suciedad propia de la naturaleza.

Cayó una vez más y le pareció que el impacto le había dolido más que las otras ocasiones, tal vez quería dormir, estaba muy cansado y ese bosque resultaba muy cómodo, las hojas amontonadas de semanas habían construido un prominente colchón, no había un sol que molestará en sus ojos y se sentía tan fresco, liviano, se sentía muy bien, incluso considerando la rabia que le consumía hacía unos minutos, además de sentir pesados los párpados al haber estando llorando en supremacía, solo anhelaba descansar.

Estaba a punto de dormir.

Pero el asunto radica en que. . .

Los Irken no dormían.

✰ - ༄༆ • ✰- ༄༆ • ✰-༄༆ • ✰ '༄༆.

Simplemente, amé este capítulo, lo adore.

No les puedo prometer nada, solo eso, al menos no por ahora.

Los amo

Choco

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