Capítulo 51: Inocente culpable

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¿Qué tanto deseaba Púrpura que Rojo despertara? Con toda su alma, nunca había deseado algo con tanto fervor

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¿Qué tanto deseaba Púrpura que Rojo despertara? Con toda su alma, nunca había deseado algo con tanto fervor.

Y ahora estaba pasando, su espíritu parecía renovado por espasmos continuos de minutos por segundos.

Lacrymae, quien ya había sido desplazada de la atención, miró con cierto miedo al Irken que entre los dos, más le había dirigido palabra, sintiéndose tal y como hacía sentir a su hija mayor al brazo de su marido,  como una inocente culpable, era innegable que esto había sido una ayuda al enemigo que prometía acabar con todo; "tengo justificación" se repetía para aliviar el espacio que recriminaciones ocupaban en su cabeza, apenas domada por la idea de poder fumar un poco.

Motivada por la paranoia y el momento de descuido inmaculado de su captor, siendo igual una manera de reprimir su enojo — tanto propio como por toda la situación en general — guardó cuidadosamente un pequeño artefacto punzo cortante entre manos, tapándolo con la caja de cigarros, acercándose al paciente y al tiempo que sacaba uno de los narcóticos justo a unos pasos atrás del dúo, guardó el arma blanca en el interior del mismo cartón.
Lo que está oculto a simple vista, dicen, es lo más difícil de encontrar.

Su corazón palpitaba a mil y quería actuar lo más adecuada posible, ¿debía hacerlo en ese momento? No, menos cuando justamente estaba despertando el segundo de ellos, consultaría con toda su familia antes, y el día en que Saphir fuera a visitarlos le confiaría el plan que ya hubiera sido trazado entre familiares, era únicamente cuestión de esperar.

Entre otros asuntos, los morados orbes de Púrpura morían de alegría, era como si una primavera explotara en una bomba de invierno y calentara todo, abriéndose paso por las raíces tiesas y enfermizas, sintió que se marchitaba durante un momento.

En otro escenario, ver a alguien a quien catalogaba como «muerto» levantarse le hubiera hecho tomar lo más pesado cerca y devolverlo al sueño eterno, pero está vez sólo esperaba verlo abrir sus ojos para así poder lanzarse a manifestar su amor por él.

Rojo volteó su somnolienta cabeza hacia la dirección de su contrario, frunciendo el ceño para finalmente entreabrir sus párpados, dejando escapar pedazos de su resplandeciente fulgor, el color desconocido por Wasserboden pero aclamado por Púrpura desde el primer instante en que se cruzaron con los suyos.

Sin esperar nada, se montó en el mismo mueble, enfocándose en el rostro del apenas despertado, juntó sus frentes y lo asustó por tal apresurado frenesí, obligándolo a levantarse de su posición, de estar acostado paso a sentarse con su compañero encima de sus piernas, movimiento que no quitó al par de brazos sujetos de su cuello y a los curiosos sollozos en su oído.

Rojo respiraba agitado, ignorando las melosas frases de emoción y felicidad que su compañero le estaba propiciando. Miraba a sus alrededores, estaba mareado y algo desconectado de la realidad, logrando captar a Lacrymae en su vista, quien miraba con impaciencia la escena, sin una pizca de amor por el momento, hasta parecía enojada. Al reconocer este patrón diferente de colores, el de ojos escarlatas sólo atinó a tomar a Púrpura y ponerlo atrás de sí en el sofá con una fuerza tal que asustó al de pigmentos morados.

— ¡Púrpura!

— ¡¿Qué, qué?! — Volteó rápido, esperando una amenaza, relajándose cuando captó que lo que había preocupado a su opuesto era la presencia de la mujer ahí. — Aah. . . Sí, ahora te cuento, espérame un poco, Rojo — Explicó rápidamente para después llevarse a la fémina del brazo hacia su correspondiente habitación, despidiéndose risueño, sin saber o si quiera imaginarse del arma que entre sus azulados ropajes ocultaba, él sólo quería correr a jugar el resto de la tarde con su compañero.

Bicolor | RaPrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora