Capítulo 67: Altura comprometida

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Después de eso todo fue muy rápido.
Excepto por una parte. Pero sin ánimos de adelantar...

Ambos llegaron a la torre que ya habían visitado antes, siendo escoltados hasta una habitación que hablaba por el alma más ejecutiva posible. Harían todo el papeleo posible y pendiente por hacer. Se tomaron las huellas de dos de sus tres dedos, se rascó una parte de sus antenas y los hicieron dejar una secreción de sus lenguas, como si todo eso fuera necesario.

— Verán, mis señores, es cierto que son altos, ¡los más altos! Sin embargo, hay una forma en que alcanzarán toda su altura resplandor. Y, aquí está — Dijo un Irken, lanzando a la mesa dos botellas de líquido rosado espeso. — Con esto serán tan altos como nadie, por lejos. Medirán puede que más de dos metros. ¿Cuánto miden ahora?

— Uno ochenta y cuatro — Respondió Rojo, viendo el supuesto mejunje con curiosidad, Púrpura por otra parte, se creyó todo y estaba dispuesto a tomarlo en ese momento.

— Más de dos metros... — Susurró el morado, ansioso por consumirlo.

— Todo depende de sus cuerpos, y como fueron criados igual, miden lo mismo, deberían de reaccionar igual.

—... ¿Qué pasaría si, uno crece más que el otro?

— Pues el más bajo sería destituido, ya no sería el más alto de todos.

Púrpura entonces se lo pensó dos veces, ¿cómo qué sería descartado si no lograba crecer tanto como su amigo? Su sueño de toda la vida, se iría a la basura. Rojo miró angustiado a su contrario, esperando una indicación.

— ¿Y si... no queremos beberlo?

—... Serían los Altos más bajos de todos, señores.

— Oye, oye — Llamó Púrpura, llevándolo a una cercanía cómplice, susurrando. — No es necesario tomarlo.

— ¿Te quieres quedar así?

— ¿Qué va a pasar si uno crece más que el otro, eh?

— Eso no va a pasar, no hay razón para que así sea.

—... ¿Y si sí?

— Oye — Le dio un beso en la mejilla — Eso no va a pasar. — Tomó de su mano y la unió a su pecho, esperando tranquilizarlo. — ¿Está bien?

Púrpura se sonrojó y se apartó, asintiendo.

— Bien, ¿cómo hay que tomarlo?

Las dosis constaban de dos al día, una en la mañana, la otra en la noche, durante tres días, un litro por día en total. ¿De dónde se conseguía? "Es mejor que no lo sepan" les dijeron.

Se les empezaría a administrar al día siguiente, por ahora, les tocaba descansar. Fueron escoltados hasta la habitación principal.

— Lamentamos que sea así de pequeña, considerando que ustedes son dos. Si lo que desean es privacidad, podríamos...

— ¡No! — Dijeron al unísono.

El mayordomo asintió y los dejó ser.

Ambos apenas se vieron solos corrieron por toda la habitación, gritando y disfrutando. Abrieron el frigobar, tomaron los chocolates y se acostaron en los sillones.

Finalmente terminaron haciendo un fuerte con los cojines, frente al gran ventanal que daba a toda la ciudad, bebiendo sodas efervescentes de sabores dulces.

— Salud. — Chocaron las copas y Rojo le entregó un dulce en la boca.

— Estamos solos... — Mencionó Púrpura, sonrojado.

— Y lo estaremos mucho tiempo más, podremos tener tanto tiempo a solas como queramos, Púr'.

—... Dame uno de esos. — Se acercó y Rojo supo exactamente a qué se refería.

Le dio un beso suave, sin nunca haber bautizado tal acción, ni haber leído jamás de ella, Púrpura se refirió para siempre como "esos" a los besos. Rojo por otra parte, sí sabía cómo se llamaban, le tenía una especial caligrafía, puesto que había visto de la presencia de besos en la literatura de Wasserboden. Pero nunca le dijo que 'eso' tenía un nombre, prefería que fuera como a Púrpura se le acomodara mejor, como él quisiera llamarlos.

Se siguieron besando durante horas, hasta que dio la mañana siguiente y debieron beber la mezcla rosada, que por cierto, no sabía nada bien. Era espesa y fría, nada dulce, tardaron en ingerirla.
En eso se convirtieron los siguientes dos días, gozar en la privacidad de un cuarto, y ser interrumpidos en las noches y mañanas, mientras, veían por el ventanal como en la base de la torre se formaban avalanchas de gente esperando porque salieran los nuevos Altos, todos querían ver sus caras.

Fueron creciendo, tal y como les habían dicho, pero tal y como temieron, Púrpura había crecido dos centímetros más.

— ¡Pero esto es una estupidez! ¡Midan de nuevo! — Clamó mientras Rojo estaba sentado en el suelo, con los ojos levemente hechos agua, respiró y se levantó.

Ya medían dos metros y dos metros con dos centímetros, respectivamente.

— Púrpura.

— ¡No! ¡Tú no mides menos que yo! — Lo tomó de la mano y lo llevó a la pared dónde medían a la fuerza, estaba seguro de que era un error. — ¡Tensa las antenas, maldita sea! ¡Yo mido lo mismo que tú!

— Púrpura por favor, ya estuvimos todo el día, con tacones, con sueños, es todo, tú serás Alto. Yo... Puedo vivir con esto.

— ¡No! ¡Me niego! ¡Yo... yo no puedo vivir con esto! ¡Salgan! ¡Déjenos solos! — Demandó, volteando a verlo, llorando al fin. — Yo no mido más que tú... — Sollozó — Nosotros siempre hemos medido lo mismo. — Se lanzó a sus brazos y, de primera instancia no se notaba la diferencia, todavía podía besarlo a la altura, pero apenas Rojo quería juntar sus antenas con las de Púrpura, no alcanzaba la punta.

—... Púrpura. Púrpura, escúchame. — Éste negaba, no quería separarse y que los llevaran lejos. — Tú siempre has querido ser el Más Alto, es tu maldito sueño, y ahora lo harás, yo... puedo vivir con esto, te digo... Oye, no... — Púrpura cada vez más sollozaba violentamente.

— ¡Te dije que pidiéramos ser ambos en lugar de ir a tu estúpida conquista! ¡Hubiéramos pedido ser Altos en lugar de ir al estúpido Wasserboden! — Se separó y comenzó a dar vueltas por la habitación, tocando su frente, sin poder contener las lágrimas.

— Púrpura... Ahí nos... — Respiró — No me puedo arrepentir de haber ido, ahí te terminé de conocer.

— ¿Y ahora que idiotez dices? Tú me conocías desde siempre. Tú y yo... Estábamos destinados a hacer esto juntos, maldita sea. — Se sentó en el suelo, ocultando su rostro

—... En Wasserboden supe cómo amarte, Púr'. — Se acercó y se agachó a su altura, abrazándolo. — Y no me arrepiento. Tú tenías razón, más valía no beber esa cosa y quedarnos así, que apostar por esto. Esto es únicamente mi culpa.

Púrpura sollozó, elevó el rostro y lo miró enojado.

— Sí, esto es tu culpa. — Limpió su rostro. — ¿De qué me sirve ser el Más Alto... si...? — Le dio hipo, consecuencia de estar llorando. — Pero aún hay una alternativa.

—... ¿Cuál?

— Trae a ese idiota que nos estaba midiendo, y que traiga unas buenas tijeras.

Bicolor | RaPrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora