Capitulo 33: Nada que ver con Irk

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Merodeaba con gran fascinación

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Merodeaba con gran fascinación.

La iluminación y colores predispuestos hacía de ese un lugar verdaderamente muy cautivador.

No sé parecía para nada a la biblioteca de Irk.

Aunque se vanagloriara tanto del conocimiento y progreso que yacía en su planeta, no podían competir con el nivel de cultura que había en solamente ese espacio cúbico.

Eran estantes gigantes, y se lucían más al ser comparados con los que él conocía, diseñados para criaturas pequeñas.

Estaba organizado por temas, aunque en realidad él no sabía diferenciar uno con el otro; en cada entrada de los pasillos, en el piso venía una placa con runas y rayones que él no era capaz de si quiera dar una idea.

Estantes que tenían libros por ambos lados, a diferencia de los suyos que eran mayormente delgados y que si quitaba un libro del otro lado se vería vacío ese espacio, en este caso, si quitabas uno, se veía otro de inmediato.

Podía apostar que en un solo estante había más de tres mil libros, y había como seis de éstos.

Los muebles llegaban casi al techo y solamente eran separados por unos metros de éste para perimitir el paso de la luz, el cuarto era indiscutiblemente, gigante.

Junto a cada de los objetos ya mencionados, había una especie de jaula pequeña en la que había palancas y se notaba que te podías subir a ella. Servía para alcanzar los libros de hasta arriba sin lastimarse ni arriesgarse. Máquinas que Rojo malgastó para jugar un poco.

Reía con una inocencia y bullicio que podían hacer pensar a cualquiera que en realidad no tenía preocupación alguna.

Ejerciendo una loca y posiblemente arriesgada idea, llegó hasta la cima de los libreros, abrió la puerta que daba acceso al cubículo, se dió media vuelta y se lanzó de espaldas.

A causa de la adrenalina las prótesis salieron a la luz por sí mismas, amortiguando muy salvajemente su caída, haciéndolo reír a carcajadas, como hacía días no reía.

Sin embargo, y a pesar de su risa, las lágrimas no tardaron en aparecer, convirtiendo las repeticiones en lamentos sin restricciones, notando que estaba cayendo en miseria.

Tomaba la parte baja de su rostro y dejaba escurrir libremente sus lágrimas, dándole una especie de satisfacción cuando éstas llegaban a las yemas de sus dedos, estaba sufriendo genuinamente.

Notarse diferente del resto siempre era la meta diaria de los Irken (aunque había diferencias que no daban ninguna satisfacción), sentir esa calidez le hacía falta, la calidez de sentirse especial, diferente. Aunque ahora no hubiera a quien diferenciar.

No había nada suyo, nada le pertenecía. Había entregado su misión a alguien a quien siempre, pero siempre mantuvo inconscientemente en un rango menor que él.

Bicolor | RaPrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora