Capítulo 36: Recuerdos de fascinación

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— Ey, hacía mucho no te veía

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Ey, hacía mucho no te veía.

Un Irken violáceo se volteó al escuchar que le hablaban, sonriendo de lado, mostrando puntiagudos dientes.

— Si, ¡¿dónde te habías metido?! — Estaba acompañado de otro de su misma raza, bueno, ambos estaban en una sala limpiando y conversaron poco.

— Tú eres quien se esconde, déjame decirte.

— Claro que no — Clamó amigable.

— Oye, ¿no te quieres ir? Parece que aquí nunca acabarán. — Ofreció, y Púrpura no se lo tuvo que pensar mucho para aceptar, dejando el resto del trabajo al Irken mas bajo que ellos.

Se fugaron juntos.

— ¿Y qué quieres hacer?

Mmm. . . Vamos a la biblioteca, y recítame los versos del libro que leías.

[ 🔺 ✴️ 🔺 ]

Y reirás a los pies de la cúspide, porque subirás ante la derrota de los idiotas — Canturreaba con alteneria Rojo paseándose por entre los pasillos.

Tomaba un libro e iba directamente a su índice, buscaba respuestas a los misteriosos «árboles»

Éste fragmento que recitaba al aire era uno de los libros que Púrpura solía leer, y qué durante varios días compartía junto con su compañero.

Ese en especial abarcaba la historia y algunos detalles de las guerras más distantes de la historia de su civilización, cuando se decidía los primeros pasos a la modernización total.

Y a ambos le encantan escuchar que ganaron los que apoyaban la tecnología, convirtiéndose en su escrito favorito, empero, no tenía intenciones de aprender la mentada antigua versión de su habla para leerlo por sí mismo, sino que le llenaba de gozo cuando su colega lo recitaba por, y para él.

Cerraba los ojos y entonaba una nota singular, convertía los versos no poéticos en un verdadero himno, nunca había cantado, y en esos días se lo había pasado haciéndolo, ni notaba cuando comenzaba sino hasta que acababa con melodías agudas y altas, o, simplemente, un clímax de las composiciones que no tenían que cumplir con éstas especificaciones.

Movía las manos como si fuera a dirigir una orquesta, aunque nunca había escuchado de la existencia de una.

Sería una escena peculiar y rojiza de observar por parte de los Irken, seguramente ambos pintarían sus rostros si se vieran en estos momentos.

Sin embargo, incluso si Púrpura tuviera el anhelo de oír la intimidad y talento oculto de su alterno, no tenía tiempo, cada vez Saphir se tardaba más en entregar, puesto que ya para esta semana se detenía a escuchar las proposiciones o quejas que tenían las familias, asumiendo su autoridad por encima de la de Púrpura, quien no sabía porque la escuchaba en realidad, tal vez porque Saphir había transformado su carácter a uno más explosivo en esas pocas semanas, una personalidad que nunca nadie había experimentado ahí, fue consecuencia de las circunstancias.

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