Capítulo 30: Romántico empedernido

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Le parecía tener uno de esos sueños tan acogedores, dulce como leche de ectil y protector como la morada de los mejores escenarios

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Le parecía tener uno de esos sueños tan acogedores, dulce como leche de ectil y protector como la morada de los mejores escenarios.

Todo hasta que llegó cierto Irken a interrumpir de las últimas dichosas sesiones de sueño que posiblemente tendría en toda su — seguramente miserable — vida.

— ¡Cosa stillabunt! ¡Yo! ¡Él! ¡Aaaaagh! — Dió a conocer su entrada con tales palabras, y no le hubiera escuchado sino fuera porque directamente se dirigió a moverla para despertarla.

— ¡Quítate, es 'Saphir', y aún tengo sueño! 

Ni siquiera la interrupción del sueño podía poner a un stillabunt de mal humor, empero ante tales condiciones en que su vida se encontraba, sentía una amargura capaz de hacerla enojar.

Y siendo sinceros, en busca de seguir durmiendo en paz, pateó al Irken, estando en un estado mas dormida que despierta.

— ¡Lárgate si se puede para siempre y cállate! —Se levantó de mala gana y lo empujó hasta afuera de la habitación sin abrir los ojos para no perder su sueño, y, para asegurarse que no volviera, usó algo mas eficaz que el control que Púrpura tenía por sobre todo el edificio; acercó un gran palo y lo puso entre ambas manivelas, tirándose de nuevo a su colchoneta.

Púrpura estaba, entre reafirmar su autoridad como invasor, o dejar su orgullo intacto al no rogarle.

Hizo la que necesitaba menos esfuerzo. Se retiró.

Por alguna razón, su cuerpo le exigía ir en busca de aquel que le hizo correr por toda la capital, en lugar de por una stillabunt. No se fue sin antes exclamar su inquietud afuera de la puerta de Saphir, necesitaba desahogarse de alguna manera. . .

— ¡Sólo te diré que él juntó su boca con la mía!. . . ¡Y fue raro!

Ofreció tal información, que fue ignorada, la stallibunt había vuelto a sumergirse en un soñar.

Se retiró a paso tranquilamente intranquilo, sintiendo que en cualquier momento se desplomaría en el suelo.

Caminó con fervor a dónde pensó, estaría su perpetrador.

Pero, no era así, su pulso decayó, se había estado preparando para hacerle frente.

Aún así, tenía la ansia, la necesidad de verlo, tal vez porque a pesar de todo, fuera de todo estigma y orgullo impuesto, ese beso había logrado volcar, bombardear y hacer saltar su extraño corazón.

Buscó rápido por todas la habitaciones que estaban a lo largo del pasillo del segundo piso, cerrando la puerta apenas terminara de examinarla.

Todo movimiento en el Edificio De la Gran Capital era actualmente notificado a los que poseían su control, es decir, a ambos Irkens.

Apenas vió tal patrón de tiempo-cierre que le era avisado a través de una tableta, comprimió el libro que tenía en manos, limpió una aventurera lágrima que exploraba su mejilla izquierda y, aún sabiendo que ésto le revelaría su paradero, Rojo cerró la puerta de la habitación en donde se encontraba.

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