Capítulo 52: Besos con sabor a vida

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— ¿Qué hacía ella aquí? — Preguntó escandalizado Rojo

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— ¿Qué hacía ella aquí? — Preguntó escandalizado Rojo.

Sentía como si alguien hubiera entrado sin permiso a su habitación con él en ella sin alguna prenda, incluso estaba abrazándose a sí mismo a pesar de que ya sólo se encontrara Púrpura, mismo que le veía deleitado desde el marco de la puerta, ni podía escucharlo con seriedad de lo embelesado que estaba de que estuviera vivo

—. . . ¡¿Qué no me estás escuchando?!

— No. . . Sólo, como tu voz se dispersa — Hizo un ademán con la mano, simulando cualquier criatura alejándose volando con una sonrisa boba en su rostro —. . . en la habitación. Y me hace sentir muy bien — Finalizó ladeando la cabeza, apoyándola en el marco.

La expresión del morado se arqueó de a poco, convirtiéndose en una penosa, sin lograr contener su inevitable llanto, ocultando su rostro apenas comprendió que las lágrimas no podrían disimularse ni devolverse, detestaba llorar, pero no le importó, le dolía la cabeza, pero poco era comparado al miedo que aguantó.

Rojo relajó su angustia y esta se transformó en preocupación, se levantó sin reproches y se acercó hacia él, parecía que ni recordaba el porque se habían peleado en un comienzo.

— ¿Púr? ¿Qué te sucede?

Este último yacía en el suelo con las piernas contra su pecho, cubriendo su rostro con sus manos intentando frenar las lágrimas, el de tonos escarlatas las retiró con suavidad e hizo un intento por consolarlo.

— ¿Qué pasa? No entiendo nada — Ese había sido su esfuerzo

— Pensé que morirías — Confesó entrecortado

— ¿Por qué me pasaría eso hombre? — Púrpura lo miró incrédulo

— Pues. . . que. . . ¡Te metiste al maldito bosque ese! — Espetó, declarando un silencio arrollador.

Rojo inclinó levemente la cabeza, parecía no recordar con precisión, comenzó a mover los ojos en busca de esa memoria, irguiendo su postura parecía reconocer de a poco lo que su compañero le enunciaba, escéptico e incrédulo.

— Fui. . . Afuera, sí creo que sí — Narró simple, Púrpura yacía aferrado al suelo más relajado, dispuesto a las palabras del rojizo, quien tardó unos instantes en proseguir — Estaba enojado — Concluyó con una expresión dudosa — ¿Estaba enojado? ¿Qué había pasado? — Siguió con un tono que se dirigía tanto a Púrpura como a sí mismo.

— Yo tampoco me acuerdo — Rio con pena — Tal vez un poco de lo mismo. — Exclamó — Cosas sin importancia — Se alzó de hombros y le sonrió, con los ojos cristalinos, Rojo le correspondió y enterró la mano en su propio rostro, limpiándose la fluidez que salía de sus ojos sin pudor ni vergüenza, le daba igual estar o no llorando. 

Así mismo no soportaba más sin estar a su lado.

Arrastrándose por el suelo llegó a su hemisferio tan rápido como si estuviera a gran distancia, prácticamente se lanzó a sus brazos, cayó en su regazo y se aferró a su anatomía. Carcajeó como si hubieran dicho el más chistoso de los chistes y contagió a su contrario, quien juntó ambas frentes y acercó sus rostros, frenando su corazón y haciéndolo latir de nuevo en un microsegundo, sin aguantar lo tomó de los muslos y la espalda para tenerlo entre sus brazos, Rojo lo permitió gustoso por su cansancio y lo abrazó nuevamente.

Bicolor | RaPrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora