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En su segundo año de primaria miraba a su mejor amigo cada vez más distanciado y violento

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En su segundo año de primaria miraba a su mejor amigo cada vez más distanciado y violento.

Deprimida miro desde la distancia al peli negro, los asientos ya no eran en parejas y apenas tuvo la oportunidad se alejó de ella. Tenían contacto aún pero no como antes, escucho por su madre que sus padres estaban teniendo complicaciones  y discusiones de mayores.

No era algo nuevo, de hecho ya lo intuía ella sola. Para Oyuki ya era normal ver a muchos de los padre de los niños separándose, mucho estrés y problemas que traían con eso.

Se sentía afortunada de tener a su madre totalmente con ella, en cambio Baji no la tenía y ni hablar de su padre.

Al señor lo había visto sola una vez, y fue sufisiente para darse cuenta que era un idiota bueno para nada. Una persona que le gustaba burlarse de su esposa e hijo de manera grosera y ofensiva que claramente lastimaba emocionalmente a ambos.

Contando que tampoco trabajaba y se la pasaba ebrio en los antros o tirado en la calle, recordaba que una vez Keisuke le había dicho que lo encontró con otra mujer besándose en media calle.

Esa y un sin fin de cosas que habían comenzado a notar del mayor.

El timbre sonó marcando la salida, sacandola de su transe metió sus cosas a la mochila y intervino en el camino de su amigo.

—Vamos a mi casa. No es pregunta, es una orden—ya no soportaría que la siguiera evitando, necesitaban hablar y jugar como los niños que eran.

No amargarse a la edad de siete años.

—Vamos hielito.

Por fin de varios días lo había visto sonreír. Aliviando el dolor que tenía encerrado en su pequeño corazón.

Juntos se encaminaron en silencio a su casa. Habían dejado de tomarse de las manos luego de que nos niños los molestaran diciendo que eso hacen los novios, con vergüenza dejaron de hacer ese acto del cual estaban acostumbrados.

Llegaron al pequeño departamento, la albina abrió la puerta con el par llaves que tenía de esta.

—Se ve diferente—comentó mirando al rededor.

Tenía razón, la madre de Oyuki tenía la manía de mover constante los muebles de lugar y limpiar.

—Pronto es tu cumple años, ¿no?—pregunto dejando su mochila en el sillón, ambos dirigiéndose al cuarto de la niña.

—No creo festejar, mi mamá no a estado en casa desde hace unos días...

En silencio la albina empujó a Baji a su cama.

—Entonces festejemos nosotros juntos—brinco cayendo encima del cuerpo ajeno, aplastandolo y sacándole el aire.

—¡Pesas gorda!

𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣 𝙁𝙧𝙤𝙨𝙩 || Baji Keisuke ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora