Capítulo 8: Una Nueva Mirada

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 8: "Una Nueva Mirada"

Mientras se abotonaba el abrigo tembló de sólo imaginar lo que iba a hacer. Lo que iban a hacer. Nunca había salido sola, sin guardaespaldas y aquella vez en Suiza pues... eso fue una inesperada excepción, pero ahora, sola en la ciudad, con él, con el chico que en un principio detestó y que ahora le causaba una gran variedad de sensaciones, algunas malas... otras... extrañas. Movió la cabeza intentando no pensar más y se puso su gorro de lana sobre la cabeza. Salió llevando el dinero en el bolsillo hasta el estacionamiento trasero del hospital, él ya estaba ahí, llevaba una chaqueta negra de cuero sobre la ropa, sin gorra y en motocicleta. Kagome ya la había visto pero imaginar que debía montarla... Lo miró a los ojos tragando apenas completamente nerviosa, él le entregó un pequeño casco y se puso el suyo que era más grande.

Kagome lo imitó y sus dedos nerviosos apenas podían atar la amarra en el cuello, ella frunció el ceño exasperada, debía controlarse, o tal vez era el frío lo que la hacía tener los dedos torpes. Murmuró algo sin pensar y entonces sintió que el piloto se ponía de pie en frente de ella, la muchacha alzó el rostro sorprendida al verlo casi chocando contra su cuerpo, él tenía la cabeza inclinada hacia ella, para estar a su altura y entonces levantó sus manos posándola sobre su dedos, al instante la chica pareció quedar bajo su hechizo, casi hipnotizada, las manos cayeron a sus costados mirándolo a la cara mientras él le anudaba el casco al cuello, los ojos dorados estaban fijos en la amarra, pero luego los alzó a ella y al instante su corazón brincó más fuerte. Inuyasha sonrió y Kagome poco a poco le devolvió la sonrisa.

- Gracias... es que... nunca me he subido a una motocicleta...- Murmuró tímidamente como excusándose, sin atreverse a hacer otro movimiento. El joven piloto sonrió, se sentó en el pequeño vehículo, entonces apuntó hacia el asiento de atrás con su dedo.

- Sólo... te sientas... y luego... te afirmas en mí.

Ella sonrió y dudó un segundo, luego se acercó a él, se afirmó en su hombro y se sentó tras suyo. Sus manos parecían dudar tocarlo, y cuando él hizo ronronear la motocicleta, la chica se aferró fuertemente a su cintura pegando la cabeza en su espalda. El corazón de Inuyasha pareció inundarse de fuego y opresión pero luego él tuvo la voluntad para controlarse y dejar que este se apaciguara sólo un poco, intentando recordar el acuerdo entre ambos en que, por ahora, sólo eran amigos.

- Poco a poco... lentamente...- Susurró la voz en su cabeza. Sonrió. Cierto, con Kagome las cosas debían ser suficientes hasta ese inocente punto y la paciencia esta vez debía ser su mejor aliada.

El estruendoso motor de su motocicleta puso los nervios de punta a la chica, cerró los ojos deseando que su guardaespaldas no notara su ausencia o realmente iba a estar en grandes problemas.

Se acurrucó más al sentir la velocidad que tomaban y la forma en que esquivaban rápidamente los otros vehículos de la calle. El viento helado golpeó sus cabellos y también los de él, Kagome alzó un poco la vista al cabo de unos minutos y entonces miró a su alrededor.

La sensación que sintió al recibir el viento sobre su cuerpo, la alta velocidad que llevaban, la destreza con que él conducía, era simplemente gloriosa. Sonrió ampliamente como hacía mucho no lo hacía y respiró con fuerza sintiendo que llenaba sus pulmones de libertad.

Poco a poco Inuyasha fue disminuyendo la velocidad hasta que llegaron a un centro comercial en el barrio de Ginza. Kagome alzó sus ojos sorprendida y gratamente entusiasmada mientras se quitaba el casco, jamás había estado en ese lugar del cual había oído escuchar mucho. Sabía que el barrio de Ginza era uno de los más populares distritos de comercio. Los villancicos se escuchaban en todos lados, los brillantes adornos, Santas tocando campañillas y todo relacionado con la Navidad estaban ahí y en la multitud de personas que hacían sus compras navideñas. Demasiadas personas, jamás había estado entre tanta gente y no pudo evitar mirar a su alrededor sintiendo algo de nervio. Al fin y al cabo... no estaba su guardaespaldas cerca.

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