Capítulo 10: Esquivo Corazón

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 10: "Esquivo Corazón"

Sus ojos estaban concentrados en las luces del centro de la ciudad de Tokio, sin embargo ella no las observaba como aparentemente parecía, sino que recordaba lo que había sucedido en aquel departamento. Después de casi abrirle su corazón, después de haber creído que realmente era diferente a aquellas personas de la Academia. Kagome tragó fuertemente sintiendo un agudo dolor en la garganta y se mordió fuertemente el labio. Casi había confiado. Casi había creído. Casi...

- Mi corazón es sólo tuyo...- Susurró la voz inquietante del piloto en su oído y ella enrojeció súbitamente hundiéndose más en el asiento trasero del taxi. Sí, claro, suyo y... ¿de cuantas más? Kouga tenía razón, era un mujeriego, mentiroso y muy embaucador. Esas habían sido sus exactas palabras. Qué ingenua había sido, como siempre, había caído. Bien. Qué más daba. ¿por qué debía dolerle? Sin embargo por un segundo se había sentido sorprendida ante su declaración, la primera en su vida, tal vez hasta halagada, pero ahora... ella hizo una mueca dolorosa. Ahora se daba cuenta que nada de lo dicho y hecho por él había sido sincero.

- ¿Pensaste que te salvaría? – Se dijo en un murmullo reteniendo el deseo de llorar y concentrando su vista en la lejana torre de Tokio. Claro que no, absurdo.

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- ¡Qué humor de perro traes!- Murmuró Miroku cuando lo vio entrar a los vestidores cargando su casco en la mano. Inuyasha tensó más su mandíbula, lo miró como si fuera demonio y caminó hasta su casillero el cual abrió sin mucha paciencia y dejó sus cosas allí, luego cerró la puertecilla de un sólo y sonoro golpe que retumbó en el lugar. El otro, que ya bajaba la cremallera de su buzo de trabajo pegó un brinco y vio que la puerta metálica de su casillero tenía una abolladura. Lo miró de reojo mientras el joven piloto se sentaba sin decir una sola palabra.

El de ojos azules movió la cabeza e intentó imaginar qué podría haber pasado para que Inuyasha estuviera de tan mal humor. Podría ser cualquier cosa, sonrió con malicia, en verdad tenía un pésimo genio pero que hacía un tiempo ya comenzaba a extrañar.

- Maldición, maldición... - Gruñó de pronto mientras intentaba bajar la cremallera que parecía haberse atascado a medio camino. Miroku lo miró y retuvo la risa lo más que pudo.

- No deberías haberte subido a un avión en ese estado...- Murmuró y de inmediato tuvo encima la mirada de fuego del otro.

- ¿Vas a sermonearme?- Preguntó levantando la barbilla como si quisiera pelear. El joven le sonrió apenas y movió la cabeza rápidamente.

- Yo, paso.- Respondió caminando rápidamente hasta la entrada, luego se detuvo y lo miró- ¿Vas a ser buen samaritano hoy conmigo y me vas a acompañar al hospital?

Inuyasha se detuvo en seco y lo miró. Claro, lo único que había estado deseando durante el día entero era que terminara su jornada y poder ir al único lugar en donde ella "podría estar". El hospital. Sin embargo recordaba sus palabras, recordaba que era la última semana de voluntariado. Pero no importaba, era su única pista porque ni siquiera sabía dónde vivía.

Perdió de vista a Miroku en el mismo instante en que ingresó al hospital. Con pasos rápidos y firmes caminó por el pasillo tensando la mandíbula y pensando en lo que iba a decirle. Maldita Tsubaki, lo había echado todo a perder. Tenía que explicarle bien a Kagome. Maldita bruja, no pudo haber aparecido en mejor momento que cuando casi se le había declarado. Mal, muy mal.

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