Capítulo 12: Feliz Navidad

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 12: "Feliz Navidad"

Miró por la ventana con nostalgia y pesar, el manto blanco de nieve se extendía por todo su suntuoso jardín, las calles de afuera y las colinas cercanas. Estaba atardeciendo ya y entonces divisó a los guardaespaldas vigilando, como siempre. El silencio era estremecedor y de alguna forma no le extrañó, siempre era así, desde que tenía uso de razón. Siempre sola, resguardada por guardaespaldas y criadas que luego le daban un reporte de todo a sus padres, desde la hora en que se había levantado, hasta lo que había comido, todo. Nunca había entendido muy bien aquella "sobreprotección", quería ser normal, como las demás chicas de la escuela, ir a la casa de alguna de ellas para terminar una tarea, inscribirse en alguna actividad extra - programática, pasar luego de las clases a tomar un helado y asistir al cumpleaños de alguna, un fin de semana. ¿Por qué la cuidaban tanto?... ¿Por qué?, siempre se preguntaba lo mismo.

- Una señorita como tú puede ser blanco de algún secuestro o algo... ¿Cómo crees que te dejaríamos sola sabiendo que eres nuestra única hija?

Bien, le parecieron comprensibles aquellos miedos y precauciones... los había aceptado, en parte, la cuidaban demasiado por temor a que algo le pasara... lo hubiera creído realmente... hasta ese día en que por casualidad lo escuchó, en que lo entendió todo, sumergiéndola en la desesperación... hasta el punto de querer acabar con su vida, allá en Suiza. Y entonces lo conoció, a él, a Inuyasha.

Volteó y se sentó en la cama derrotada. En realidad... podría resistirse ¿no? Pero le daba pánico sólo pensar en la reacción de su padre, si era una orden de él ¿qué iba a hacer?... ¿aceptar como siempre? Ginta Higurashi era un hombre soberbio y orgulloso, capaz de vender su alma al mismo diablo con tal de tener todo lo que quería... y capaz de usar, hasta la fuerza bruta, si era necesario. Lo sabía, lo veía en su madre a menudo. El sonido de su teléfono móvil la sobresaltó. La luz brillaba en la pantalla y ella lo tomó con la mano temblorosa. Ese número, el mismo número desconocido de la noche anterior, sin dudas era él, Inuyasha.

- Hola- Saludó sintiendo que las penas y amarguras se disipaban de su alma.

- ¿Cómo estas?- Preguntó el piloto, con su inconfundible voz ronca y aterciopelada provocándole escalofríos en la piel y un sobresalto en el corazón.

- Bien...- Respondió con una pequeña sonrisa y sentándose en su cama-... ¿y tú?

- Estaría mejor si estuvieras conmigo- Dijo él con voz provocativa que le aceleró más el corazón. Las mejillas de la chica se encendieron súbitamente y deseó, en ese instante, estar a su lado también- ¿Qué haces?

- Pues... nada... preparando algunos obsequios... – Miró su cama abarrotada de obsequios para sus padres y también los criados.

- Kagome, dime que vendrás mañana.

Ella apretó más su teléfono a su oído. Cómo quisiera, si él supiera que desde aquella proposición la había dejado completamente alterada y dubitativa. Qué difícil era luchar contra el corazón, cuando la razón le decía otra cosa. Suspiró pesadamente y negó con la cabeza.

- Te dije que no puedo...

- Dime donde vives y yo te sacaré de ahí- Inuyasha sonrió ante la idea y Kagome retuvo el aliento de sólo imaginarlo, luego volvió a negar.

- No, estarías en graves problemas...

Lo escuchó reír y su risa la contagió de inmediato a pesar de las circunstancias.

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