Capítulo 38: Descubriendo la Jugada

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 38: "Descubriendo la Jugada"

- Kagome... Kagome... niña, despierta... Kagome...

El timbre ronco y áspero de la voz varonil le provocó de inmediato nauseas. Abrió los ojos sintiéndose mareada y con sus ojos que apenas vislumbraron la habitación. Escuchó voces y una sirena que sonaba martillándole los oídos. Entreabrió más sus ojos y se incorporó, encontrándose con el serio rostro de Naraku en frente. Kagome ladeó de inmediato la vista sintiendo el corazón golpear con fuerza y entonces vio la escena dantesca un par de metros de donde estaba. Su padre, su padre estaba con el rostro desfigurado sobre la mesa de su escritorio, con el arma a un lado, mientras los detectives y forenses sacaban fotografías y tomaban huellas dactilares. Ella ahogó el sollozo otra vez con su mano y sus ojos se llenaron de lágrimas.

- No... no puede ser...

Intentó levantarse, pero las piernas le temblaron tanto que cayó nuevamente sentada en el sofá en que ahora estaba. El Mayor General le retenía una mano pero ella parecía no darse cuenta más que de la escena que estaba frente a sus ojos.

- Papá... – Balbuceó con la mirada fija en el cadáver-... ¿por qué?

- Una infidelidad- Dijo de pronto un forense que estaba junto al cuerpo inerte, tomando de pronto con sus guantes las fotografías que estaban desparramadas en la mesa del escritorio y casi salpicadas de sangre, caminando luego hasta la muchacha que lo miraba incrédula- Su padre se suicidó porque su amante le era infiel... usted debe de saberlo, señorita Higurashi... estuvo aquí...

Kagome lo miró como si no entendiera sus palabras. En realidad, aquella muchacha estaba en completo estado de shock. Sus ojos llorosos se desviaron hasta las fotografías que el hombre sostenía y entonces abrió más sus orbes castañas al divisar quienes estaban plasmados ahí. Su Inuyasha... Inuyasha y esa...

Naraku la vio palidecer más y ella entreabrió sus labios, alzó la vista al forense y este comenzó a mostrarle una por una la muestra de "infidelidad", sin importarle un comino lo que en la joven podía causar.

- ¿No es este su esposo, Señorita Higurashi?, perdón...- Este pestañeó pero siguió observándola con agudeza- Señora Taisho...

No escuchaba nada, una a una era el desfile de fotografías que le eran mostradas ante sus ojos. Inuyasha y ella, Inuyasha besándose con esa. Kagome, luego de un par de segundos, cayó sentada nuevamente en el sofá y sus ojos se quedaron quietos en el cadáver de Ginta Higurashi.

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Se detuvo frente a la Academia y miró con nostalgia las letras de brilloso dorados sobre la puerta principal de entrada que decía: Fuerza Aérea de Japón.

Todo era igual, entraban algunos Tenientes, Sargentos y soldados al lugar con su acostumbrado orgullo, Inuyasha lo comprendía bien, hasta él se había sentido orgulloso de usar aquel uniforme tan elegante. Suspiró pesadamente y luego meneó la cabeza, no permitiéndose sentir nostalgia de su antiguo trabajo. Caminó con lentitud alejándose del edificio y sus ojos estaban puestos esta vez en el asfalto. Sus pensamientos con respecto a la falta de trabajo lo atormentaban gradualmente y se sentía casi desesperado. Los cantos de los soldados entrenando volvieron a despertarlo de sus pensamientos, el joven alzó la mirada y se detuvo poco a poco. Los vio trotar entonando con su acostumbrado ánimo y luego desparecieron más allá de los hangares. El sonido de un estridente motor lo hizo desviar la vista hacia el avión que estaba aterrizando en la pista. Inuyasha tragó con fuerza y tuvo un sentimiento inevitable de tristeza. Tragó y respiró fuertemente aferrando sus dedos a las rejas de alambre que lo separaba del lugar. Extrañaba la Academia, sí y volar mucho más... sin embargo el joven de inmediato se recuperó separándose de las vallas y haciendo un gesto altivo con la barbilla. No, no tendría remordimientos por abandonar la Academia, su elección había sido la correcta, si se quedaba allí sufriría el acoso de Naraku. Volvió a retomar su caminata y de pronto escuchó que alguien lo llamaba a lo lejos. Se detuvo mirando hacia el interior del recinto y divisó a un hombre en traje de piloto corriendo hacia él. No tardó en descubrir que era su amigo Miroku, al cual no veía desde su boda. Este, cuando estuvo al borde la vaya, sonrió y respiró con fuerza recuperando el aliento perdido debido al correr, estaba sin aliento y le costó un instante hablar. Inuyasha le sonrió pacientemente y al final el joven de ojos azules lo saludó.

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