Capítulo 26: Enemigo al Acecho

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 26: "Enemigo al Acecho".

- ¡¿Qué se quedará en el departamento de Inuyasha? - Preguntó Sango asombrada mientras Miroku sonreía de medio lado-... no puedo creerlo...

- Así es... y tú que eras una escéptica... esa relación va viento en popa...

- Lástima que Inuyasha no lo sepa... hoy no ha mostrado mejoría alguna... - Murmuró apenas la enfermera. Miroku suspiró derrotado y luego hizo una mueca de satisfacción.

- Con la señorita Higurashi a su lado... estoy seguro que reaccionará...

- ¿Desde cuando tan romántico?- Preguntó sorprendida la enfermera- Para que sepas, las personas se curan con medicinas, no porque alguien este a su lado dándole apoyo.

- Qué cruel eres, Sanguito...- Sonrió el muchacho suspirando pesadamente-... las medicinas son útiles, pero el afecto y el deseo de las personas también ayuda... –Se acercó a su cuello besándoselo provocativamente-... a veces creo... que tienes un corazón de piedra...

- Si me crees tan fría ¿para que estas conmigo entonces? - Preguntó ella poniéndose de pie e inevitablemente disgustada.

El joven posó de inmediato una mano sobre la suya para detenerla, la enfermera se quedó quieta, pero desvió el rostro para no mirarlo.

- Sanguito... estoy contigo porque te quiero... ¿porqué nunca me crees?... ¿no confías en mi?

- Si no fueras tan mujeriego...- Respondió alejándose de él con pasos firmes y seguros. Sinceramente, conocía bien la reputación de aquel piloto, cómo no, si ya había tenido citas con una docena más de enfermeras y asistentes del hospital, eso era lo que más le disgustaba. Aquellas chicas que aún le coqueteaban y que él les respondía con aquella sonrisa tan abierta y sensual, a veces le daban deseos de abofetearlo por tan descarado.

Ella se detuvo otra vez en frente de la ventanilla que daba a la sala de Inuyasha. Su estado seguía siendo el mismo y a pesar de eso la muchacha seguía apoyándolo ahí, sentada en su cama, tomándole la mano. A veces la veía hablarle en el oído, sonreír como si le contara una travesura secreta, otras la veía quebrarse y sollozar enterrando la cabeza en su cuello. Esas escenas le conmovían demasiado el corazón... aquello era amor, del bueno, y sería el destino muy cruel si Inuyasha no sobrevivía para disfrutar del amor que aquella chica le brindaba... suspiró pesadamente, ojala Miroku le profesara un amor tan verdadero como el de aquellos dos.

La tarde pasó lenta bajo sus ojos. La muchacha apenas se levantaba para estirar las piernas, beber un café y luego volver a la habitación. Sus manos muchas veces cubrieron las grandes y heladas del enfermo, sus ojos castaños buscaron una y otra vez reacción alguna en sus párpados, en sus labios, en los músculos de sus brazos, pero nada.

- Señorita Higurashi...- Murmuró la voz oscura y tenebrosa que la hizo pegar un brinco, se volteó con los ojos horrorizados y posándolos sobre aquel detestable hombre. Naraku entró en la habitación cerrando la puerta tras su espalda y ella sintió escalofríos de verse sola, allí, con Inuyasha inconsciente. Apretó los labios y su mirada se posó desafiante sobre aquel hombre.

- Mayor General...- Murmuró lúgubre. El hombre se sorprendió de ver la palidez en aquel fresco rostro juvenil, de las oscuras ojeras bajo sus bellos ojos, de la mueca de desprecio de sus labios.

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