Felicidad

149 23 13
                                    

                La Felicidad alzó los brazos imitando el movimiento de las aspas de un helicóptero. Gritó, dio una vuelta sobre sí misma y hasta dio ocho saltos con los que estuvo a punto de rozar la estratosfera. No obstante, fue inútil: para la persona, una cualquiera dentro del inmenso enjambre humano, su presencia era tan irreal como la supuesta fortuna que le había estado sonriendo esos días. Ella solo era capaz de ver lo malo, lo que más dolía, las desgracias que parecían repetirse en una cascada de infortunio.

                ―Solo me gustaría ser un poquito más feliz. ―Le imploró a la nada entre suspiros lánguidos.

                Pero la Felicidad ya estaba delante suyo, con el rostro fruncido en un mohín indignado. Rabiosa, chasqueó los dedos ante el rostro de la persona:

                ―Pues ahora me voy ―siseó―. Ya verás lo que es haber perdido a la felicidad. ¡Y todo por no ser capaz de verme a pesar de estar delante de tus mismísimas narices!

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora