Silencio

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La suya era una cháchara incesante. Ingeniosa e inagotable, la oradora hablaba por gusto y placer, disfrutando del paladeo de cada palabra, desarrollando todo tipo de ideas que se sucedían una tras otra. Entre espacio y espacio la oradora podía escuchar el lejano murmullo de respuestas que alimentaban su necesidad de seguir narrando.

Hasta que un día calló por error y la perversa intuición de la realidad. Calló en pos de auténticas respuestas, pero solo llegó el eco de sus propias palabras. Y cuando éste se consumió, solo quedó un silencio abrumador, asfixiante, infinito. Un silencio que siempre había estado ahí, solo que ella nunca antes había sido capaz de sentirlo.

Intentó continuar, retomar sus ingenios a la espera de poder ser escuchada algún día, pero el silencio había infectado su existencia, llenando de vacíos donde antes había palabras.

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora