Está aquí

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"Ha llegado. Está aquí. Lo sé."

Te escurres por uno de los interminables pasadizos del laberinto. A través del suelo de cristal aprecias los escurridizos contornos de la ciudad. Las callejuelas se ramifican, solitarias, en espirales que se entrecruzan en giros perfectos. Desde tu privilegiada posición de espectador fantasma puedes ver los nombres enmarcados de los habitantes de la metrópolis. Aunque observar es tu pasatiempo, sin embargo, desde hace días acechas con miedo a encontrar el rastro de esa bestia boba y estúpida que te persigue. Hace meses que la dejaste atrás, encerrada en la trampa de un espejo redondo, pero ni siquiera en sueños eres capaz de convencerte que eso es suficiente para detenerla: el engendro ama su reflejo, pero aún más el bullicio alegre de la ciudad y la simpatía de sus habitantes. Vendrá, lo sabes, vendrá a devorar su compasión y a destruir las semillas de felicidad que has sembrado.

Hace unas semanas viste un reflejo de su nombre, un eco en uno de los cientos de letreros inocentes. No era ella, pero te asustaste. La paranoia regresó, convirtiendo en imposible la tarea de olvidar a la bestia.

Hace unos días sentiste un temblor ligero, apenas imperceptible, que amenazó con sacudir una de las ramificaciones. Tu favorita. Tu reino.

Hace unas horas descubriste a uno de sus cachorros olfateando la entrada, cruzando el portón, adentrándose en tu calle querida, marcando el terreno.

Sabes que ha llegado. Que está aquí, pero todavía no puedes verla.

La bestia es invisible y, agazapada entre sombras, desgarra tu tranquilidad.

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora