Moratones

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Se había prometido acabar el año con una sonrisa y, sin embargo, ahí estaba, enfurruñada en una esquina mientras contaba sus moratones. Las marcas eran diversas y variadas: las más recientes eran de una tonalidad verdosa mientras que las más antiguas se habían convertido en una mancha morada. El dolor, no obstante, era inherente al tiempo: había golpes de hace un par de días que solo habían dejado una fea señal mientras que algunas heridas de principios de año, aquellas que casi ni se distinguían, esas seguían doliendo. Conocía bien sus moratones: todos arrastraban una historia, un mal momento al que había tenido que enfrentarse o dificultades imprevistas. Había demasiados, pero por mucho que deseara que desaparecieran, ahora formaban parte de ella, ya fuera como cicatrices sobre la piel o fuego grabado en sus recuerdos.

Los peores eran los moratones invisibles, aquellos que no sabía ni que existían hasta que, sin previo aviso, comenzaban a doler. En particular, había uno muy molesto sobre su corazón. Aquel solía molestarla de improviso, transformándose en una dulce apatía que se expandía latido a latido, inundándole el cuerpo de melancolía. No podía verlo, no sabía su historia ni cómo se lo había hecho, pero de vez en cuando regresaba algunas noches.

La chica dejó de contar heridas y levantó la mirada. Se encontraba en una habitación gris, de paredes sombrías y muebles abandonados. Dentro de un par de horas, con el amanecer del nuevo año, las paredes del cuarto desaparecían. Entonces volvería a andar de nuevo, ella y sus moratones, dispuesta a ofrecer el resto de piel que le quedaba para seguir coleccionando nuevas vivencias.

Porque lo que había aprendido ese año es que no todas las heridas eran malas y que las cicatrices estaban, precisamente, para no olvidar nada.

                Porque lo que había aprendido ese año es que no todas las heridas eran malas y que las cicatrices estaban, precisamente, para no olvidar nada

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Más que malo o bueno, este 2016 ha sido el año de los moratones. Algunos siguen doliendo (E incordiando. Y no os podéis imaginar cuánto), pero esta noche toca hacer borrón, volver a ponerse en pie y empezar el 2017 con tantas ganas como sea posible.

Gracias por estar aquí, por apoyarme en mis ideas y escritos con vuestros comentarios, favoritos o presencia fantasmal. Espero poder seguir contando con todos vosotros este 2017.

Feliz, próspero y mágico año nuevo.

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora