El perfecto dibujo imperfecto

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                El dibujo estaba encima de la mesa, rey de un mar de polvo y bocetos en perpetua condena de muerte. Él era especial, algo más que una pintura: era la idea perfecta plasmada en papel, el prototipo de la que llegaría a ser la obra cúspide de su artista.

                La idea era perfecta, pero la mano que tenía que plasmarla no. Los intentos fallidos se sucedían los unos tras los otros, siempre nefastos, trayendo consigo dudas sobre el cómo y el con qué se forjaría la pintura.

                Y así, el dibujo quedó relegado a que llegase el momento perfecto en el que floreciera esa idea perfecta.

                Un día una goma cayó. Rebotó entre los botes de pintura antes de zigzaguear por las hojas. No discriminó bocetos ni esquemas: su camino era el de un objeto ciego que se dejaba mecer por el azar. Llegó al dibujo y lo atravesó, dejando un sendero blanco en el papel. Blanco de ausencia y de olvido.

                Y así la idea perfecta quedó atrapada para siempre en el dibujo imperfecto.

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora