Carrera de felicidad y tristeza

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La línea de salida estaba repleta de cuerpos cansados y mentes rendidas que ya no eran capaces de visualizarla. Para ellos ya solo quedaban los lamentos, el gris de la injusticia y protestas que no eran más que el eco de todas las decepciones que habían ido cosechando hasta que ya no quedaba nada por lo que luchar.

Cuando sonó el disparo, solo un grupito comenzó a correr, adentrándose en el laberinto de paredes blancas. Tenían que encontrarla, descubrir su escondrijo y luchar para retenerla para siempre.

Buscaban la felicidad, ese ente caprichoso que siempre se escurría después de entregar sus efímeros regalos.

¿Estaba detrás de los comentarios que cubrían suelo y paredes? ¿Se había escondido en algún regalo sorpresa? ¿Dónde estaba? ¿En los objetivos logrados? ¿En la fuerza de un día maravilloso? ¿En un premio inesperado?

Corrían, siguiendo las pistas que marcaban el camino como las migas de pan. Corrían, entreviendo de vez en cuando una manga naranja que se escurría por una de las esquinas. Corrían, dando círculos sin saberlo, persiguiendo a una quimera esquiva y engañosa.

En el centro del laberinto, la felicidad les esperaba. Unida a ella estaba la tristeza, esa gemela a la que tantos odiaban.

Las paredes se derrumbaron hasta desaparecer. Volvían a encontrarse en la casilla de salida, rodeados por todos aquellos que se habían cansado de ganar una carrera imposible.

Cuando sonó el disparo, solo unos pocos volvieron a correr.


Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora