La idea perfecta

49 9 2
                                    

La idea perfecta le asaltó un día, sorprendiéndole al mostrarle la sencilla solución con la que la trama de su novela quedaba perfectamente hilada. Poco a poco había logrado unir las diferentes escenas, los personajes que le rondaban o aquellos elementos que consideraba imprescindible en cualquier historia para que le robara el corazón. Se inspiró, sin saberlo, en sus vivencias y sueños, en lo que había leído y visto, formando un mosaico que tras meses tirando del hilo suelto que se le había ocurrido, finalmente adoptaba la forma que tanto deseaba.


                La suerte decidió sonreírle: las musas le ayudaron a dar con la historia y la fortuna a hacerla tan famosa como solo se había atrevido a imaginar en lo más profundo de sus delirios egocéntricos. Lo había logrado nada más publicar las primeras palabras, captando la atención de todo tipo de lectores que no tardaron en enamorarse de esa novela suya, no la primera, pero tampoco la última.


                Hubo más, pero ninguna despertó esa emoción única como la de la idea perfecta. Era, a ojos del escritor, imposible de superar, de abandonar los personajes y escenarios que había creado para empezar de cero. Lo que no se atrevía a confesar es que volvía a ver a su creación en otros mundos, en situaciones derivadas de todas las posibles decisiones que le permitía la idea perfecta.


                Olvidándose de sus pretensiones, abandonó los manuscritos incompletos para ahondar no solo en lo que le gustaba, sino en lo que se iba a convertir en su marca: la idea perfecta retratada de mil maneras diferentes, envuelta por nuevas ciudades, nuevos enemigos, nuevos nombres para personajes que se fueron repitiendo incansablemente a pesar de sus esfuerzos por añadirles rasgos que los hiciera únicos.


                Alababan tanto su narrativa, su técnica y novelas, que él mismo sucumbió ante la ceguera del lector fiel siendo incapaz de comprender que todos aquellos cuentos no eran más que el reflejo de una única historia repetida hasta la saciedad.

―·•●•·―

                De una manera u otra creo que todos tendemos a encasillarnos. Hay elementos que nos gustan más que otros, ya sea la fantasía, la ciencia ficción o el romanticismo, pero a veces ese favoritismo puede acabar por obligar a un autor a especializarse en un género. No necesariamente ha de ser malo: es mejor escribir lo que te gusta que obligarte a innovar con bodrios que ni tú mismo disfrutas. Es el caso de grandes escritores que se centraron en un único género (Como Isaac Asimov y la ciencia ficción), siempre mostrando nuevos personajes, nuevos argumentos y nuevos giros con los que torcer lo previsible. Aunque otras veces solo se ha logrado cansancio al no ver ninguna evolución ni cambio.


                Las diferentes propuestas que tu mente idee pueden abrirte multitud de caminos, aunque arriesgados al no saber la reacción del que te lee. Una misma idea te regala la seguridad de lo sencillo y su confianza.


                Repetir el mismo personaje novela tras novela no es original. Repetir el mismo esquema de argumento y desarrollo de la trama tampoco lo es. Ni repetir los mismos elementos una y otra vez, desde la maldición familiar hasta ese romance que oportunamente obliga al protagonista a encaminarse hacia el nudo o desenlace.


                ¿Soy la única que se aburre de leer copias enmascaradas de esa idea perfecta?

Escritos sin sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora