Capítulo 25

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-¡Michael!- le grité tratando de sonar molesta pero no lo logré, una fuerte carcajada se escapó de mis labios.

-¡Yo no hice nada!- dijo riendo. -Tú sola caíste-

-Hay pero que lindo- ¿Amigo, novio? -¿Qué eres Michael?- le pregunté sarcásticamente. -Ayúdame- le dije mientras estiraba mis brazos para que me ayudara a salir.

-Me vas a querer tirar- dijo riendo desconfiado, lo miré seriamente.

-¿No me vas a ayudar?- le pregunté retóricamente, me sonrió mientras se hincaba para tomarme de los brazos y ayudarme a salir.

Se sacudió las pequeñas gotas que le habían caído y me tomó de la mano, pero yo lo solté rápidamente.

-Espera- le dije mientras fingía que buscaba algo en la piscina.

-¿Qué pasa?- me preguntó.

-Mi pulsera- le dije mientras tomaba mi muñeca derecha.

-¿Como era?- preguntó mientras se acercaba al borde de la alberca.

-Es, morada con blanco- le dije mientras seguía semejando que la buscaba.

-No logro verla- seguía buscando.

-Tal vez desde adentro- le dije provocando que rápidamente volteara pero esta vez yo fui más rápida y lo empujé por la espalda para que callera al agua. Lamentablemente no me moví rápidamente y me alcanzó a tomar de la muñeca, haciendo que ambos cayéramos.

-¡Eres una tramposa!- me dijo riendo mientras agitaba su cabeza para sacar el exceso de agua.

-¿Por qué tramposa?- pregunté ingenua. -Sólo te quería ayudar a despintarte los bigotes- le dije acercándome a él.

-Por eso me gustas- tomó mi mano y me acercó a él, lo abracé por el cuello, después de que me envolviera en sus brazos al mismo tiempo de que me alzaba para quedar a la misma altura, saqué una de mis manos de su cuello y comencé a limpiar su rostro haciendo desaparecer cualquier rastro de marcador, mientras que él me miraba con detenimiento, como si guardara en su memoria cada centímetro cuadrado de mi rostro, lo miré a los ojos, esa mirada almendrada que antes me producía enormes cantidades de enojo al simple instante que se conectaba con la mía, ahora me hacia desfallecer, poco a poco la distancia entre nosotros fue disminuyendo hasta que la eliminamos por completo al unir nuestros labios en un exquisito beso.

-¿Tienes frío?- me preguntó separándose de mí, ya que seguramente había sentido mi estremecer.

-Algo- mentí, tenía bastante frio, estábamos en pleno Septiembre no era tanto el frío, pero había un fuerte aire, además de que ya se estaba oscureciendo.

-Salgamos- me dijo y obedecí, tomé su mano y salimos.

Caminamos por toda la casa en silencio para nada incomodo, el tomaba mi mano y de vez en cuando hacia caricias con sus dedos. Llegamos a la puerta de mi habitación.

-Iré a ducharme y cambiarme- me dijo para después besar mis labios con una lentitud delirante.

Entré a mi habitación aun algo desconcentrada por el beso, tomé mi pijama y entré al baño. Después de una ducha me vestí y peiné mi cabello. Salí esperando encontrar a Michael, ya que todas las noches dormíamos juntos, pero no estaba.

Comencé a acomodar las sabanas y las almohadas, cuando sentí que dos manos se posaban en mi cintura, una sonrisa se dibujo automáticamente en mi rostro, mientras que me abrazaba, con una mano corrió a un lado los tirantes de mi blusa y de mi sostén para dar un lento beso en mi hombro y después volverlos a acomodar en su lugar.

El niñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora