8.Dejar Las Cosas Claras

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Cameron

—No me sueltes, por favor. — contesté acariciando sus dedos.

Y aún así, lo hizo.

Su mano se despegó de la mía, dejando pasar una corriente fría donde antes había habido calor. Destrozando mis sentidos, mis emociones, mis esperanzas. Sentí que mi mano se congelaba a medida que ella se alejaba. Simplemente se iba, desapareció, sin dar más explicación.

Caí de rodillas al suelo, sin poder evitar que las lágrimas salieran de mis ojos como dos cascadas majestuosas. Arrasando los pocos recuerdos y memorias de mi piel, borrando cada resto de su tacto, de su existencia. Mis manos pasaron por mis ojos en un intento fallido de limpiar mis lágrimas. Sin saberlo bien, las miro. Y ya no hay lágrimas; hay sangre.

Sangre que ya no cae de mis ojos, cae de mi corazón. Del dolor que siento, de la pena, de la angustia. Cada gota que impacta contra el suelo se siente como un puñetazo. Como un "te lo dije".

Noto que me falla la respiración, cada vez cuesta más. Es más difícil seguir adelante. delante de mis pies se forma un camino que con cada paso que doy se alarga más, alejando a Michelle de mí. Alejándome a su vez de ella, de nosotros. De lo que fuimos.

—Michelle... — susurré. — No te vayas por favor. No otra vez. 

El único lugar dónde ella seguía siendo mía, era ahora en mis sueños. Aunque la mayoría de veces terminaban en pesadillas.

—Michelle por favor, te necesito. — dije y caí al suelo. No tenía fuerzas para seguir, no me quedaban.

Y entonces la oí.

—Cam, tranquilo. Soy Michelle, estoy aquí. — dijo con esa voz dulce y suave que tenía. 

Y de repente todo se calmó.

El cielo oscuro que me aterraba, se despejó. Empecé a ver el cielo azul, el sol. Y el camino dejó de alargarse. 

A lo lejos la vi. Ahí quieta, sonriendo, esperándome. Me levanté y sin pensarlo dos veces fui corriendo a ella. Su voz seguía hablándome, susurrándome, haciendo eco en mi cabeza, llegando a mis entrañas.

—No me voy a ir. Estás bien. Todo va a salir bien. — dijo con esa sonrisa perfecta.

Corrí hacía ella, acercándome cada vez más.

Cuando la tuve delante, la abracé. Levantándola conmigo y pegándola a mi. No podía parar de sonreír.

Ella me miró a los ojos, y con su mano acarició mi frente.

—Te has dado un pequeño golpe, pero nada que no puedas superar. — dijo acariciando mi piel de una forma delicada. — Eres fuerte Cam, vas a salir de esta.

Pasó a acariciarme el pelo. Sus ojos me miraban con tanto amor que me sentí lleno.

—Te quiero. 

Abrí los ojos.

La cabeza me iba a explotar, me dolía todo el jodido cuerpo. Tenía la vista algo borrosa, me costaba enfocar, pero cuando lo hice me llevé una sorpresa.

Solo vi una pared grisácea. Acompañada de un armario color mierda y una televisión enana pegada a la pared. Bajé mi vista y me di cuenta de que estaba tumbado sobre una cama. 

Joder, ¿iba desnudo?

Traía puesta una bata de hospital. Incliné la cabeza a un lado y pude ver mi brazo conectado con una intravenosa a una bolsa con una especie de liquido. Mi otro brazo se sentía pesado, lo cual no me extraño cuando me giré y vi un gran mazacote de yeso enrollándolo. Pero no fue eso o que me quitó el aliento, fue ella.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora