30. Hogar dulce hogar

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Cameron

Cogí un par de cajas de cereales y las eché a la cesta.

Quería a mi padre, pero su nevera tan solo consistía en cervezas y un trozo de limón seco y medio podrido. Sumándole un pequeño cajón con patatas fritas y galletas de chocolate. No lo criticaba, pero llevaba ya unos años interesándome por mi cuerpo y mi alimentación. Por eso mismo había ido esa mañana a comprar.

Necesitaba alimentos sanos, que me dieran energía para afrontar mis días aquí.

Caminé por los pasillos y vi un pequeño estante de chocolatinas que me tentó.

Tampoco está mal darse un capricho de vez en cuando.

Agarré un par de Twix, mis dulces favoritos, y los eché al carro.

—No has cambiado nada.

Me giré y vi esos ojos verdes pastel observándome desde cerca. Su pelo castaño estaba más corto de lo habitual, por encima de sus hombros. Y había mantenido su regla de jamás llevar flequillo.

—Supongo que algunas cosas jamás cambian, Chloe. —contesté con una sonrisa. —Bonito flequillo, por cierto.

Ella rodó los ojos.

—Anda, ven aquí. —estiró sus brazos y me envolvió en un abrazo que duró poco. —Me dijo tu padre que habías vuelto, aunque jamás pensé que lo primero que harías sería venir a comprar Twix.

—Misterios de la vida. —contesté. Chloe reprimió una risa. —¿Cómo están todos?

—Bueno... —murmuró. —Están bien. Todo lo bien que podrían estar.

Arqueé la ceja.

Chloe me miró dubitativa. Después tan solo resopló.

—La mitad del grupo está en la cárcel. —explicó con una mueca amarga.

—¿Que, qué?

—Si. Me temo que si. —murmuró. —Nos pillaron hace dos años en una de esas carreras que solíamos hacer. Ryan, Parker y Michael fueron directitos a la cárcel por conducción temeraria, alteración del orden público, agresión a un agente de policía y conducción bajo los efectos del alcohol. —añadió. —Lana fue detenida por llevar más de veinte gramos de marihuana encima y a Kelly la sorprendieron a mitad de camino de meterse una raya de cocaína.

Jamás había abierto tanto los ojos.

—Lo sé. —contestó. —Un final trágico. En fin, ¿Qué tal estas tú?

—Espera, espera. ¿Y tú? ¿Saliste de rositas?

—Qué va. —soltó una carcajada. —Di positivo en el test de drogas, pero como no llevaba nada encima no me multaron ni nada. —explicó. —Tan solo me comí la bronca monumental de mis padres y varios meses en un centro de rehabilitación.

—¿Rehabilitación?

—Si. —respondió con orgullo. —Llevo ocho meses limpia. Nada de drogas, alcohol, tabaco o cafeína.

Le devolví la sonrisa.

—Guau, no se qué decir. Me alegro por ti Chloe. De verdad.

—Tu turno. —exigió.

—Bueno, —reprimí una pequeña risa nerviosa. —todo empezó cuando me fui a Carolina del Norte hace ya un tiempo.

—Cuéntame algo que no sepa. —ironizó.

Le di una sonrisa torcida.

—La ultima vez que viniste fue hace cuatro años hombre. Algo interesante te habrá pasado. —contestó, dándome un leve golpe en el hombro izquierdo.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora