10.Caminando Por La Vida

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Cameron

Habían pasado ya tres semanas desde el accidente.

Salí del hospital y ya casi tenía curadas todas las heridas. Lo único era que caminaba todavía un poco raro y llevaba el brazo izquierdo con una venda, pero por el resto, estaba perfecto.

Me encontraba bien, estaba feliz.

Por fin había conseguido aclarar mi mente, y ahora estaba bien. Estaba decidido a salir más con Brent y Hunter, conocer gente, reír, bailar, beber, y olvidarme de Michelle.

No le guardaba ningún tipo de rencor, es más, le deseaba todo lo mejor. A ella y a su nuevo novio. He aprendido de mis errores.

Abrí la ventana de mi habitación con cuidado, dejando que el aire fresco inundase mis pulmones. El sol me cegó por unos instantes, pero no fue molesto. Ahora estaba bien, era un nuevo yo. Estaba dispuesto a olvidarme de Michelle y seguir con mi vida. Todo esto gracias a la ayuda de Julieth, la cual me ha estado aguantando en su consulta más de un año.

Se sentía bien esto. El volver a tener el control sobre mí mismo y no depender de Michelle.

Lo estuve pensando y llegué a la conclusión de que lo nuestro no fue amor, fue obsesión. Quizás ella si estaba enamorada de mí, pero yo estaba obsesionado con ella. Y eso no era sano. Quería pasar las veinticuatro horas del día a su lado, quería acompañarla a todas partes, saber cómo estaba, y estar ahí para ella. No podía estar lejos de ella ni aunque fueran cinco minutos. Era enfermizo. ¡Pero ya estoy curado! Ya he salido del "Hechizo Michelle" y vuelvo a ser yo. Y se siente realmente bien.

Agarré una de mis camisetas y me la puse rápidamente para bajar a desayunar. Por el pasillo, me crucé con Julia.

—Buenos días. — saludó.

—Buenos días. — respondí.

—¿Qué tal va tu pierna? — dijo mientras miraba cómo caminaba. La verdad que parecía un poco imbécil.

—Me duele cuando hago fuerza, pero por el resto camino bien. — dije.

Julia asintió y bajamos hacia la cocina.

Una vez allí me preparé un café y Julia un zumo. Ambos nos sentamos a desayunar en silencio, mirando nuestros teléfonos.

—Brent da una fiesta está noche. — informé después de leer sus mensajes. — ¿Vas a venir?

Julia levantó la mirada.

—¿Dónde es? — preguntó dándole un mordisco a su tostada.

—Es en su casa.

—¿Hora?

—Sobre las diez empieza.

Suspiró. —Está bien, iré.

Sonreí y me terminé el café de un sorbo. Con alguna que otra dificultad por mi pierna, salí de la cocina y volví a mi habitación. Abrí el armario y elegí mi ropa de esta noche. No solía ser una persona que me dieran crisis por no saber que ponerme o que estuviera obsesionado con verse y vestir bien. Pero no sé por qué, hoy me apetecía arreglarme.

Era un chico de 20 años, soltero, con dinero, y para ser realistas, bastante guapo. ¡Por Dios! Hoy era mi noche.

Me di cuenta de que realmente tenía un estilo muy básico después de inspeccionar mi armario con lupa durante horas. Casi toda mi ropa era igual. Me dejé caer sobre la cama. Agarré mi teléfono y llamé al único contacto que tenía que sabía de ropa: Jhon.

Veinte minutos después ya estaba en mi habitación lanzando mis prendas de ropa a la intemperie.

—No me creo que todo tu armario se resuma a blanco y negro. ¡Deberías de comprar ropa con algo más de color, chico! — dijo lanzando una camisa blanca a mi cara.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora