14.Oh, Michelle

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Cameron

Oh, Michelle, Michelle...

Me vas a volver loco.

Desaparecí corriendo de allí en cuanto vi a Darren. No quería causarle ningún tipo de problemas con su novio. No pude evitar sentirme estúpido.

¿Por qué había hecho eso?

No lo sabía ni yo.

Pero os prometo que fue ver los ojos de ese imbécil y casi me hierve la sangre. No le conocía pero me caía mal, no lo soportaba. No me daba buenas vibras. Sentía que en cualquier momento iba a dañar a Michelle y eso hacia que mi lado protector saliera a la luz. De la tensión acumulada me dolía todo el cuerpo, necesitaba soltarla.

Me abrí paso entre la gente de la fiesta. Busqué rápidamente con la mirada hasta que localicé a Brent en una de las esquinas hablando con Dixie y otra chica.

—¡Cameron! — gritó Dixie abalanzándose sobre mis brazos nada mas verme.

—Hola Dixie. — la saludé quitándomela de encima. — Brent. — le llamé. —¿Podemos hablar un momento?

Brent frunció el ceño, pero no dijo nada. Simplemente me siguió hasta dentro de la casa, dónde no había gente y podíamos hablar más tranquilamente.

—¿Qué pasa? — preguntó.

Crují los dedos de mis manos.

—¿Te acuerdas de cómo liberabamos el estrés hace años? — pregunté y él sonrió ampliamente.

—¿Te refieres a eso ?

—Sí. — respondí firmemente.

Brent soltó una sonrisa macabra.

—Sabía que dentro de poco volverías. Hoy hay una carrera, —hizo una pausa para mirar su reloj— exactamente en una hora, nos da tiempo a llegar.

Hace años Brent y yo teníamos una forma algo peculiar de liberar el estrés y desahogarnos. Y se podía resumir en una palabra: carreras. O más bien dos: Carreras ilegales. En nuestra ciudad había varios bares y bandas de moteros que solían competir en carreteras específicas alejadas de la ciudad. Había alumnos de universidades, y hasta señores de cuarenta años. No había edad. Simplemente si tenías dinero y sabías conducir algún tipo de vehículo, podías competir.

Hacía ya años que lo había dejado, pero no sé por qué necesitaba volver a sentir la adrenalina que me provocaban esas carreras. La forma en la que me aceleraban el corazón era un chute de energía directo a mis venas.

Brent y yo subimos rápidamente a mi habitación para cambiarnos a una ropa más cómoda. Cambie el traje por unos pantalones vaqueros rotos y una camiseta blanca básica con un logo. Con discreción, salimos de la casa y agarramos las motos.

Mi moto era negra, una Yamaha R6 con un par de modificaciones en el motor para que fuera más rápida. Pasamos por un par de callejones y atajos hasta que llegamos a la carrera. El encuentro se celebraba a las afueras de la ciudad, dónde solo se encontraba un bar de camioneros.

—Ahí están. — dijo Brent señalando a un grupo de gente.

Entonces la vi; Sasha.

Dios, hacía años que no la veía. Sasha era básicamente la organizadora de toda esta mierda, se encargaba de elegir a los competidores y asegurarse de que todas las carreras fueran los más seguras y justas posibles. Ella tenía el pelo corto y negro, sus ojos eran oscuros y su nariz iba acompañada de un pequeño aro en uno de los laterales. Solía vestir con medias de rejilla —justo cómo iba ahora— y siempre llevaba una chaqueta de cuero negra. Era bajita pero eso no le impedía dar miedo.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora