28. Una semana

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Cameron

A la mañana siguiente me levanté enérgico, mi vuelo salía a las 19:00 de la tarde y llegaba a las 00:50 de la madrugada.

Tenía una semana para rehacer mi vida. Una semana para centrarme en mi, en qué es lo que quiero. Volver a coger las riendas de mi vida y al fin, volver a permitirme ser feliz.

Desayuné junto a Julia, comimos en familia, a pesar de la presencia de Roger, y por la tarde terminé de hacer las maletas. Eché un último vistazo a mi habitación, antes de cerrar la puerta y subirme al coche.

El viaje al aeropuerto no fue agradable, tanto Julia como mamá estaban tristes, nostálgicas.

—¿Estas seguro de esto? —susurró Julia por lo bajo.

La miré a los ojos y pude notar como estaban llorosos.

—Sólo es una semana Julia. Lo prometo.

—No prometas cosas que no vas a cumplir, Cameron.

—¿Por qué no me crees? ¿Por qué asumes que no voy a volver? —pregunté desesperado.

—Es la ciudad donde te criaste, donde nos criamos Cameron. ¡Te encanta esa ciudad! Y te recuerdo que no la abandonaste por voluntad propia. —contestó, causando que, tanto recuerdos buenos como malos, se me vinieran a la mente.

Traté de no darle demasiadas vueltas mientras subíamos las escaleras mecánicas.

Una vez llegamos a las puertas de embarque, nos pasamos un rato tratando de averiguar dónde estaba mi avión. Una vez lo encontramos, me despedí de mi familia.

Mamá me dio un beso sobre mi cabeza. Me dijo que la llamara nada más llegar. Roger en cambio, tan solo me sonrió incómodamente. Cuando me giré para ver a Julia, tenía los ojos llorosos.

—No llores, por favor. —supliqué. Puede que Julia y yo tuviéramos nuestras diferencias, pero cada vez que lloraba se me encogía el corazón.

—¿Estas seguro de esto? —preguntó. Sacando un pañuelo y secándose las lágrimas.

La abracé, apoyando mi cabeza sobre su hombro.

—Sí. —mentí.

—Bueno, —habló, cortando el abrazo.— espero que de verdad te sirva y te ayude a estar mejor. No te olvides de llamarme nada más llegar, por favor. Y dale un beso a papa de mi parte.

—Lo se Julia. —contesté con una pequeña carcajada.

Agarré las maletas y me dirigí hacia la puerta de embarque. Entonces sentí como alguien tiró de mi brazo.

—Una semana Cameron, me lo prometiste. —dijo Julia con una mirada seria.

Le sonreí.

—Una semana.

Volvió a darme un último abrazo de despedida.

Llegué a la puerta de embarque y no me quedo más remedio que sentarme en uno de los horribles bancos de plástico que habían.

Saqué mi teléfono móvil. Descargué un par de libros de autoayuda en mi móvil, recomendación de Julieth. Así podría hacer algo de provecho durante el viaje. Seleccioné dos libros que me parecieron los más interesantes. Estaba concentrado, leyendo las reseñas, cuando sentí una presencia delante mía.

—Hola, Cameron.

Levanté la mirada para encontrarme con unos ojos azules que conocía muy bien.

—Michelle. —su nombre se escapó de mis labios como un suspiro. —¿Qu- Qué haces aquí?

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora