33.Veintitrés de septiembre

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Michelle

Hoy era el día.

Hoy hacía exactamente una semana desde que Cameron se subió en ese avión y se fue a California. Y hoy, volvía a casa.

Julia me llamó ayer por la noche. Me contó que su hermano le había dejado caer que sí había comprado un vuelo de vuelta. Así que hoy, domingo veintitrés de septiembre, sobre las ocho de la tarde, Cameron volvería a casa.

Por un lado estaba emocionada, quería preguntarle cómo había ido todo y si había conseguido solucionar esos asuntillos internos que me dejó caer que tenía. Quería hablar con él, verle y simplemente disfrutar de su compañía. Pero por otro lado, estaba asustada. No sabía que había significado para él esa despedida en el aeropuerto. Yo pensé, por sus palabras mayoritariamente, que era un adiós. No uno definitivo, pero sí un hasta luego largo. Sin embargo cuando me besó me confundió. Supe que era un beso de despedida, un último beso. De esa manera cuando volviera lo haría de forma diferente, lo haría habiéndose dejado su amor por mi en California. Pero quizá significaba un "cuando vuelva seremos amigos" y esta vez de forma definitiva. Sin juegos ni indirectas. 

También me volvió a preguntar por décima vez si iría a aquella pequeña fiesta de bienvenida que le quería organizar. Y para esta pregunta sí que no tenía respuesta.

Lo había estado pensando bastante, y había llegado a la conclusión de que sí quería ir. Cosa que no importaba tanto, pues la verdadera decisión estaba en sí debería ir. 

No quería parecer desesperada, y mucho menos quería que mi presencia incomodara a Cameron. Así que decidí dejarle la decisión a él. Si quería verme, me buscaría; y si no, no lo haría. Era su decisión.

—¿Segura? — la voz de Beck resonó en mi cabeza sacándome de mis pensamientos y conclusiones. 

—Sí. —respondí con una leve sonrisa.

Eran las cinco de la tarde, y Beck se había dejado caer por mi casa para recogerme e ir a la fiesta de Cameron. Al parecer, ella no sabía que había decidido no ir.

—Entiendo lo que me dices Michi, pero no sé. —murmuró, sentada sobre mi cama. —Sé que lo del aeropuerto pudo sonar a despedida pero no creo que sea algo definitivo. A parte, no le hará mal a nadie que estés en esa fiesta. 

—Oh no, que va. Tan solo a mi padre y su nueva mujer que, por cierto, me odian. —ironicé.

Beck torció sus labios.

—Siempre me olvido de esa parte. —musitó.

—Mira Beck, —suspiré. —lo he pensado, ¿vale?. Le he dado muchas vueltas, de verdad. Y creo que lo mejor para todos es que me desmarque. —añadí. —Estoy mejor con Darren y ya a penas veo a Cameron de forma romántica, tan solo es un cariño nostálgico.

Agarré un par de camisetas que tenía tiradas por mi habitación y comencé a ordenar un poco mientras Beck me observaba juzgante desde mi cama.

—¡Por eso mismo debes ir! —exclamó y yo me giré para mirarla con confusión. —Michelle, ambos estáis bien, os veis como amigo y os habéis perdonado todo. ¿Por qué no iría un amigo a la fiesta de bienvenida de su amigo? —preguntó al aire. —Es la mejor forma de demostrarte tanto a ti como a él que estáis bien. Que podéis ser amigos, así como queréis los dos.

Beck tenía su punto, y agradecía que nos empezara a ver como lo que éramos: amigos. Y no como aquellos amantes que una vez fuimos. 

Ahora nos habíamos perdonado. 

Ahora éramos capaces de olvidar aquello que habíamos vivido y reescribir nuestra historia.

—No lo sé, Beck. —contesté, sentándome al lado de ella.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora