32.La despedida...?

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Cameron

—¡Vamos, será divertido! —exclamó Chloe mientras me arrastraba por los pasillos de aquel supermercado.

—Chloe... —murmuré. Tratando de resistirme al huracán de intensidad que era esta chica.

—Cameron. —pronunció mi nombre, parándose y agarrándome por los hombros. Sus ojos e clavaron en los míos. —Por favor, es tu última noche aquí. No te preocupes por nada, déjamelo a mi.

Respiré hondo.

—Está bien, solo recuerda que mi avión sale a las 12:00. —contesté. —Sigue mis reglas. Algo pequeño, entre amigos.

Al final si cogí un vuelo de vuelta, tal y como le prometí a Julia. 

Decidí salir del domingo por la mañana, así estaría sobre la hora de cenar ya por casa. 

¿Me arrepentía? 

No lo sé, la verdad.

—Lo séeeeee. —respondió mientras se agachaba y echaba dos botellas de ginebra al carro. —Algo tranquilito. Entendido.

Era imposible hacer que Chloe cambiase de opinión. 

Cuando le comenté que tenía el vuelo de vuelta el domingo se puso algo triste. Lo entendió a partes iguales. Esta semana la había visto varios días, y nos habíamos hecho buenos amigos. Por eso mismo no pude decirle que no cuando insistió —y casi suplicó— que la dejara prepararme una pequeña fiesta de despedida. 

Así que aquí estábamos. Comprando comida y bebida suficiente para la cena.

—¿Prefieres platos y vasos de plástico o limpiar a la mañana siguiente todo? —preguntó. Ni siquiera tuve que contestarle, una mirada bastó para que metiera un par de paquetes con vasos y platos de plásticos. 

Varias bolsas de patatas, unas cinco pizzas y algo de alcohol, bastaron para volver cargados a la casa de Chloe. Sus padres pasaban el fin de semana fuera, así que podíamos usarla como punto de encuentro. Faltaba una hora para que llegara la gente, así que nos pusimos manos a la obra. Mientras que Chloe abría las bolsas de patatas y las dividía en cuencos, yo precalenté el horno y fui metiendo las primeras pizzas.

—¿Qué tal la mañana, por cierto? —preguntó mientras agarraba una pequeña patata y se la llevaba a la boca. —Me ha soplado un pajarito que estabais con el barco.

Suprimí una pequeña risa.

—Así es. —contesté, apoyando la palma de mis manos sobre la encimera. —Mi padre se ha ofrecido a darme una pequeña vuelta. Hacía tiempo que no subía en uno.

—¿Te has mareado? —preguntó y yo negué con la cabeza. —Aún recuerdo la primera vez que montaste en uno. Estuviste como diez minutos vomitando. —añadió, entre risas.

—Eres cruel. —respondí. Aquello pareció hacerla reír más.

—¡Oh vamos! Tú hubieras hecho lo mismo. 

Negué con la cabeza mientras me agachaba a comprobar las pizzas. Saqué las dos primeras y metí las siguientes. 

—¿Cómo vamos de tiempo? —pregunté.

—Bien. Llegamos de sobra.

No llegamos.

El timbre empezó a sonar antes de que las pizzas estuvieran listas. Lana fue la primera en llegar, al parecer salió de la cárcel el año pasado y había estado viendo a Chloe de vez en cuando. No me esperaba tener otro reencuentro pero el destino era bastante caprichoso. Tan caprichoso, que no solo vino Lana, si no que Kelly también estaba con ella.

Enséñame a perdonar #2  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora