Michelle
Un corazón roto por primera vez es difícil de curar.
Pero, ¿Qué se hace cuando ese corazón se ha roto dos veces por la misma persona?
No paraba de sentirme avergonzada. Durante casi dos años de idas y venidas había estado enganchada a Cameron. Tratando de amarle, de amarme, de aprender a cuidarlo bien. Y me reventaba el pensar que era imposible. Hiciéramos lo que hiciéramos, nunca acabábamos bien.
Jamás coincidíamos.
Si yo le quería, el no estaba preparado para una relación. Si él me quería, yo descubría que mi padre y su madre se casaban. Si el volvía, yo estaba en una relación. Si yo decidía dejarlo todo e intentarlo otra vez, él decidía que ya no me quería. Si quedábamos como amigos, nos dábamos cuenta de que era imposible mantenerlo. Si él me quería, yo no era lo suficientemente madura para estar con él. Si yo le quería, él se iba a California.
Y aquí estaba yo, otra vez.
Escuchando las mismas canciones tristes que junté en una playlist dedicadas al mismo chico que me rompió el corazón por segunda vez.
No lo culpaba. Parecía que el destino estaba en nuestra contra. Parecía que había algo mayor que nos impidiera estar juntos. Y quizás debía parar a pensar y reflexionar. Si hay tantas señales, ¿es por algo, no?
Julia no me llamó. Pero sí me escribió.
En vez de llamarme sugirió que habláramos en persona. Así que había quedado esta tarde con ella para ir a una pequeña cafetería local. Estaba nerviosa. Julia no había querido desvelarme nada y eso me había dejado bastante inquieta. El no saber si aquello que quería contarme era bueno o malo no me había dejado dormir tranquila. Al igual que tampoco me había dejado concentrarme en el trabajo. Incluso el baboso de Dan lo notó.
—¿Perdone? —pregunté, de nuevo.
La mujer que estaba delante mía respiró hondo.
—Bajo la misma estrella, de John Green. —repitió.
Asentí y tecleé sobre la pequeña pantalla que tenía delante mía.
—No nos quedan ejemplares en tienda, pero podría encargarlo y lo tendría aquí el martes.
La mujer rodó los ojos.
—Déjalo. —contestó y se fue.
Dejé caer mi cuerpo sobre el pequeño taburete que había detrás del mostrador. Giré un poco el cuello y estiré los brazos. Toda esta tensión me estaba pasando a afectar físicamente.
—¿Cansada tan pronto? ¡Vamos Michi, que es viernes. —preguntó Beck, apoyándose en el mostrador.
Al levantar la mirada me di cuenta de que, hoy, llevaba su pelo rubio atado en una pequeña cola de caballo. Fruncí el ceño.
—¿Y eso? —pregunté señalando con mis ojos.
—Oh. —contestó acariciando su coleta. —Jaeden sugirió que estaría más guapa con el pelo recogido, dice que así al menos se me vería la cara.
Eso me dejó confundida. Beck siempre llevaba el pelo suelto. No por nada en especial, si no porque yo sabía que ella odiaba verse la cara descubierta. Decía que sus mofletes se veían más grandes, al igual que sus orejas. Al final le creó una inseguridad y optó por llevar el pelo siempre suelto.
—¿Y el piercing?
Tampoco lo llevaba. Su primer piercing, aquel que se hizo en el lateral de la nariz y que le gustaba tanto porque le aportaba cierta rebeldía.
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Enséñame a perdonar #2 ✓
Teen FictionSegundo libro de la trilogía Enséñame. Michelle y Cameron se habían distanciado. La reciente noticia que habían recibido había descolocado su vida y descuadrado sus emociones. Ambos se sentían perdidos, y en parte, la distancia y el tiempo hizo que...