Capitulo 37 (+18)

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SISI

Las manos de Cruz subieron por mis muslos y después se encontraban en mis pechos.

Una vez más me recordé lo carente que estaba en ese aspecto. Me tensé y empecé a apartarme.

-¿Qué pasa?- preguntó Cruz, acercándome mientras yo trataba de alejarme. 

-Nada. Pero... ¿puedo ponerme la camisa?

Cruz bajó la cabeza, manteniendo sus ojos fijos en los míos hasta que su lengua salió y lamió uno de mis pezones.

Después lo metió en su boca y mi cuerpo me traicionó lanzando fuegos artificiales.

Agarré sus hombros y me aferré mientras continuaba la lujosa atención a un pecho, después al otro. Los gritos de placer saliendo de mi boca no eran de ayuda.

La lengua de Cruz tenía completo control sobre mi cuerpo.

Cuando se detuvo el calor de sus talentosos cuidados, abrí la boca para rogar por más, pero la presión en mis cortos pantalones vaqueros me detuvo.

Bajando la mirada, miré mientras Cruz abría la cremallera de mis pantalones, después pasó su mano por el satén rosa de mi ropa interior.

-¿Por qué querías ponerte la camisa, Sisi?- preguntó, subiendo sus ojos para encontrarse con los míos.

¿Mi camisa?

¿Qué?

Estaba confundida...

-¿Qué?- pregunté, hipnotizada por la forma en la que sus largas pestañas acariciaban su mejilla mientras me miraba con hambre e intenso brillo en sus ojos.

-Querías ponerte la camisa. ¿Por qué?

Oh sí... mi camisa. Lo había olvidado.

-Um, eh, era sólo que...- no quería decir esto. No quería sacar el tema.

Sólo quería que siguiera deslizando su mano más abajo en mis pantalones.

Si le recordaba que mis tetas eran muy pequeñas para su gusto, eso podría no ocurrir.

Agarró uno de mis pechos y pasó el pulgar por mi pezón- Saben tan dulces como parecen- susurró con voz ronca.

-Oh- suspiré, mirándolo tocarme.

-¿Por qué querías taparlos?  

No iba a dejar esto pasar.

Suspirando, traté de que sus manos se deslizaran más en mi pantalón.

No funcionó. Él no iba a hacer nada hasta que le respondiera. 

-Porque son más pequeños de lo que te gusta- murmuré, agachando la cabeza para esconder la humillación en mi cara de haber tenido que decir eso en voz alta.

Cruz se congeló y maldije mentalmente. Lo sabía. Se detendría.

-Levántate, Sisi- no era una petición. Era una orden.

Me mandaba a darme una ducha fría.

Salí de su regazo y me puse de pie, cruzando los brazos sobre mi pecho.

Buscaría mi camisa más tarde.

Girándome, empecé a dirigirme hacia la ducha, cuando Cruz agarró mis caderas y me empujó de vuelta- ¿Dónde crees que vas?- preguntó.

Lo miré- Al baño, a enfriarme.

Cruz bajó sus cejas y negó- No.

¿Quería que me marchara?

Sólo por ahoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora