Capitulo 27

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CRUZ

-Si esto está tan mal, entonces para. Para de intentar acercarte a mí. Vas de caliente a frío, Cruz. Estoy tan enferma de esto. No puedo seguirte el ritmo. No quiero hacerlo más- la mirada furiosa que me disparó cuando pasaba por el jeep desapareció.

Ahora Sisi sólo se veía molesta.

Se cansó de esto.

No podía culparla. No merecía su molestia.

Nunca podría ser lo que quería. Pensó que yo era como Francisco y que la chica adecuada me podría domar.

No se trataba de eso. No necesitaba que me domaran. Necesitaba una jodida salvación. 

No estaría libre hasta que estuviera fuera de la universidad y tuviera un trabajo que me diera el dinero suficiente para cuidar de mis hermanos. Hasta entonces, nunca sería libre para tocar a alguien como Sisi.

No era como las otras chicas con las que me había acostado. Ellas sabían cuál era el juego.

No significaban nada para mí. Sisi era diferente. Me hacía sentir cosas. Cosas por las que había orado nunca experimentar, porque sería imposible hacer algo al respecto.

-Simplemente déjame llevarte a casa. Te prometo que no pasará de nuevo. No debería haberte traído aquí. Tenerte así de cerca me hace olvidar las razones por las que no funcionará. Nunca funcionaremos.

Sisi se dio la vuelta y empezó a andar de nuevo hacia la carretera.

Su trasero apretado y pequeño giraba coquetamente en esos pantalones cortos que eran siempre demasiado cortos y me volvían loco.

Había fantaseado sobre deslizar mi mano en unos de esos pantalones cortos desde hace un par de años. Esta noche ese deseo y las ansias de saborearla se habían hecho cargo.

-Sisi, por favor no hagas esto. Dije que lo sentía. Déjame llevarte. Ni siquiera tienes que hablar conmigo. Además, estás descalza. No puedes descalza andar a casa.

Se detuvo, pero no se giró enseguida. En vez de eso, puso sus manos en las caderas y se quedó de pie en la oscuridad. Lo pensó. No podía culparla. También me odiaría.

Jugar con ella así no era correcto. Nunca podría hacer más que coquetear con ella. Porque la realidad fría y dura era que en el momento que entrara una llamada de una clienta, tendría que dejarla y no había manera de que fuera capaz de escurrirme de su cama y meterme en la cama con otra persona.

Finalmente Sisi se dio la vuelta y lentamente se dirigió al jeep. No me miró a los ojos. Ni siquiera miró hacia donde me encontrada.

Mantuvo los ojos abajo mientras me pasaba y abría el lado del pasajero del jeep y entraba.

Anduve hacia el lado del conductor y entré.

Mirándola, pensé en explicarme. Quizás simplemente decirle la verdad. Necesitaba decírselo a alguien. ¿Lo entendería?

-No, Cruz. Simplemente conduce- respondió, como si hubiera leído mi mente.

Arranqué el jeep y salí a la calle oscura. Tenía razón. Habíamos dicho suficiente.

Fuimos en silencio los tres kilómetros de vuelta a casa.

Aparqué en su entrada, y abrió la puerta y salió, llevándose sus sandalias con ella. No me miró ni se despidió. El cierre de la puerta fue fuerte y firme. Era su forma de decirme que había terminado lo que sea que nos proponíamos.

Tragando el repentino nudo en mi garganta, volví mi jeep hacia casa. No iba a llorar por ella. No lo haría. Nunca la había tenido, en realidad no. No me conocía.

Nunca aceptaría la verdad sobre mí. Era mejor así. Fingir como si pudiera tenerla en algún modo era una forma de tortura que no necesitaba.

Tenía que centrarme en mi familia y en mi carrera en el béisbol.

Sisi Ponte era una distracción que podría hacerme perder todo. 



Continuará....
 

Sólo por ahoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora