21 - Puerto de Civitavecchia

92 15 5
                                    

Me quedé un rato en el pasillo tiempo después de que Ivan se fuera hasta que pude ordenarle a mis pies que se movieran pasillo abajo hasta mi camarote. Me obligué dormir, pero apenas pude. Y eso que hoy tenía que madrugar para el largo viaje hasta Roma.

Me levanto de la cama a las siete, después de estar dando vueltas durante casi una hora desde que me desperté. Menudo cacao tengo en la cabeza. Quiero muchísimo a Jaime y me creía incapaz de hacerle daño, y sin embargo…

Podría ocultárselo, al fin y al cabo dudo que vuelva a ver a Ivan, que vive en la otra punta de España, cuando termine el crucero.

Aún así… no sería capaz de estar tan tranquila con Jaime sabiendo que me he besado con otro estando con él.

Por suerte el desayuno en la piscina acaba de abrir, así que rápidamente me visto con la ropa que llevaré hoy en Roma, algo fresquito y cómodo, y subo a la piscina para el desayuno.

Cuando llego, veo a mis padres en una mesa terminando sus tostadas y sus cafés. Mi padre me ve y me da los buenos días con una sonrisa. Mi madre se gira y me mira, pero no hace nada. Por un momento se me pasa por la cabeza que sabe que besé a Ivan, pero luego recuerdo la manera en la que lo miraba y en cómo me levanté de la mesa cansada de sus preguntas. Ésa será la verdadera razón de que esté seca, ¿no? Por mucho que una madre se entere de todo.

Alcanzo un cuenco y me acerco a los cereales. Mientras me los echo, peino el comedor buscando al moreno de hoyuelos, pero no lo encuentro. Supongo que irá por su cuenta a Roma más tarde. No le he llegado a preguntar pero me encantaría saber qué va a hacer hoy. Aún no hemos coincidido en ninguna excursión.

En lugar de ver a Ivan veo una mesa llena de gente vestida con el polo del crucero, de color celeste con unos pantalones color tostado. Serán los empleados que desayunan ahora. Entre ellos encuentro a Tatiana. Me pregunto si Ivan ya se lo habrá contado igual que le contó el casi beso de la noche vintage.

–Tatiana… –Apenas me he dado cuenta de que he movido mis pies hasta su mesa.

Casi noto los ojos de mi madre clavados en mi nuca. Al menos Ivan no está aquí.

Buongiorno, Angela! –Saluda con una sonrisa–. ¿Qué pasa?

Vuelve la vista a la mesa, mirando a las caras de los que están sentados en ella. Supongo que buscando la misma cara que he buscado yo.

–¿Puedo hablar contigo?

–Cla-claro. –responde, claramente confusa.

Se levanta de la mesa de empleados y me lleva hacia otra mesa, alejadas de ellos.

No sé por dónde empezar, así que pregunto:

–¿Ivan no ha hablado contigo?

–No. ¿Qué ha pasado? –Se cruza de brazos.

–Lo he besado. –murmuro llevándome las manos a la cara para cubrírmela.

Tatiana pasa unos segundos en silencio y yo no quiero apartarme las manos por miedo a ver su reacción o su cara de desaprobación.

Sinceramente no sé por qué se lo digo. Supongo que Tatiana es lo más parecido a una amiga que tengo aquí, a bordo. Podría llamar a mis primas pero estoy segura de que Carla y Blanca pondrían el grito en el cielo. Las dos. O podría hablar con Chloé, pero a esta hora está más que dormida y las llamadas de Italia a Francia no tengo ni idea de cuánto costarán pero apuesto que mucho.

–¿Le has dicho que tienes novio? –pregunta, por fin.

Asiento con la cabeza.

–¿Antes o después de besarlo?

–Después.

Otra vez silencio. Ahora sólo se ve interrumpido por un largo suspiro que sale de su boca.

–Ay, Ángela…

–La he cagado. –sollozo.

Tatiana me aparta las manos y me abraza.

–Podría decirte que te lo dije, pero sería peor para ti.

–Añadirías más leña al fuego.

–¿Qué? ¿Qué fuego?

Río, pero sólo un poco. No estoy de humor ahora.

–Es una expresión.

–Ah. –Se separa de mí–. Para serte sincera tengo que decirte que muy posiblemente te lo hayas cargado. A Ivan, digo.

–Lo sé.

–¿Sabes qué me dijo anoche? Señalándose su tatuaje de “Love doesn’t exist” dijo que iba a darle una oportunidad. Y estoy segurísima de que fue por ti.

–Yo también lo estoy. Lo siento tanto…

–¿Qué sientes?

La pregunta de Tatiana me pilla por sorpresa. Siento hacerle daño a Ivan pero sé que su pregunta no va por ahí, sino por otro lado.

–Lo siento. –reafirmo.

–…¿Te gusta?

Asiento con la cabeza y se me escapa una risita.

–Mucho.

–Tú a él también. No me lo ha dicho porque duda, pero es por el muro que levantó. Yo estoy segurísima de que tú a él también.

No digo nada, me paso una mano por la frente.

–¿Y tu novio?

Me lo tengo que pensar dos veces, pero al final contesto:

–También. Pero no tanto.

Tatiana me dedica una sonrisa.

–Ivan lo llamaría rutina.

–¿Y si tiene razón? –pregunto, más para mí misma que para ella.

–Eso lo sabrás tú, nosotros no. Sólo sé que Ivan va a estar evitándote esta semana que te queda a bordo y dudo que te hable.

Suelto un gemido.

–Es la verdad, no voy a mentirte. –Se defiende levantando ambas manos.

Ojalá pudiera verlo en Roma.

–¿Sabes si va a Roma?

Asiente antes de hablar:

–Ya se ha ido. Va a pasar el día con su padre y sus familiares.

Me muerdo el carrillo.

–Si quieres pillarlo para hablar con él te recomiendo que lo hagas esta noche o mañana, que pasaremos el día sin excursiones. –sugiere–. Aún así no te garantizo que quiera escucharte.

Yo asiento con la cabeza, procesando la información. Así que me espera un día en Roma aburrido. No porque no me guste, que me encanta Roma, sino porque no voy a parar de comerme la cabeza y de intentar buscar una explicación que darle a mi moreno para que vuelva a hablarme o por lo menos para que me escuche.

Vaya cagada. El mismo día que decide que cree en el amor voy y desmonto yo misma mi teoría y le doy más razones para que no crea.

Suelto un largo suspiro.

–Ángela, en quince minutos nos vamos. –La mano de mi padre me cubre el brazo al hablar conmigo. Seguro que lo ha mandado mi padre.

–Desayuno y voy. –respondo señalando con la barbilla mis cereales, aún sin tocar.

Mi padre asiente y se va.

–Yo me voy a trabajar. Disfruta de mi Roma por mí. Y come pasta antes que pizza para almorzar.

Me da un beso en la mejilla y se va detrás de mi padre, aunque ella va hacia el club de animación.

El amor no existe hasta que llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora