11 - Mar Mediterráneo

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–¡Estás bellissima, Angela! –oigo una voz de chica a mi espalda en medio del restaurante.

Para la fiesta vintage de años 20 de esta noche han apartado todas las mesas y sillas del centro del restaurante donde cenamos a excepción de algunas, en las que han colocado canapés y sándwiches de atún y algunas cositas más. También creo ver en una de las mesas  pastel de atún y queso, como el que hace mi abuela paterna, pero hay demasiada gente alrededor de esa mesa como para conseguir, aunque sea, un poco de pastel.

Al girarme me encuentro a Tatiana, la novia de Dioni, que al parecer le toca esta noche trabajar de camarera en el restaurante. Lo deduzco por el disfraz tan horrible que lleva con la falda a un palmo y medio del suelo. Y también por la enorme bandeja de panecillos con algo que creo que es queso y mermelada de fresa encima.

–No sé si puedo decir lo mismo de ti, Tatiana –bromeo. Ella ríe y deja la enorme bandeja en un hueco sobre la mesa. Este crucero se lo monta bastante bien en las veladas. Pensaba que las noches especiales serían normales en la cena a excepción de uno o dos espectáculos. Tampoco es que pusiera interés en leerme los programas ni nada de eso.

–Los días en los que los camareros se disfrazan me llaman para trabajar. Cobro un poquito de extra, y además me encanta disfrazarme, así que no me quejo.

–No me dirás que te gusta ese disfraz… –la miro de arriba abajo con los ojos muy abiertos.

Tatiana ríe y niega con la cabeza.

–No es mi favorito. Prefiero el tuyo con mucho –dice echándose hacia atrás para examinar bien mi atuendo.

Tampoco es que me haya esmerado mucho. Llevo un vestido de flecos de estilo cabaret en color rojo. Es el mismo que me puse en la fiesta de cumpleaños que le hicieron a Chloé al cumplir los dieciséis. Sus padres montaron una fiesta de disfraces en su casa e invitó a todos los de clase. Jaime iba de Superman rubio. Yo le pedí a mi madre que me comprara un vestido a medida porque quería uno de color rojo y en ninguna fiesta de disfraces lo vendían en rojo, siempre negro y azul. Menos mal que le he podido dar uso de nuevo.

De calzado llevo unos tacones negros de pocos centímetros, llevar unos altos sería convertir el disfraz de cabaret en uno de putita barata y perdería clase. El pelo me lo he rizado y recogido de forma que parece que lo llevo corto sobre los hombros. También me he colocado una cinta de color negro alrededor de mi cabeza y lo he adornado con una pluma roja.

–También es mi disfraz favorito, Tatiana.

Le dedico una sonrisa.

–Casi no te reconozco con ese corte. Parece una peluca pero dudo que vendan pelucas de tu color. ¿Cómo te lo has hecho? Para la cena de gala me gustaría que me lo hicieses.

–Lo haré encantada, Tatiana. ¿Cómo has sabido al final que era yo?

–Nadie lleva el vestido que tú llevas como si fuera parte de tu piel.

Tatiana consigue que me sonroje y beba de mi ponche de frutas para disimularlo.

Entonces desaparece entre la gente y vuelvo a quedarme sola, como al principio, hasta que veo a mis padres charlar con una pareja al otro lado del restaurante.

En mi interior debato entre ir con mis padres que me presenten a sus nuevos amigos o ir en busca de Ivan. La simple idea de encontrármelo me acelera el corazón, pero seguro que es pura adrenalina lo que siento. Estoy totalmente segura que es eso.

Al final me decanto por ir a por mis padres y que sea Ivan quien me busque. No quiero demostrar interés, porque apenas lo tengo. Sólo somos amigos.

El amor no existe hasta que llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora