24 - Mar Mediterráneo

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Busco a Ivan por todas partes. Por todas. Y no consigo encontrarlo durante la cena, que hoy no es temática. Lo busco en el restaurante y en la cubierta de la piscina. Lo busco en la discoteca juvenil, en el teatro y hasta me cuelo en los baños públicos de chicos de la planta del casino. Nada. Incluso me asomo a la parte más delantera de la proa de mi cubierta para ver si consigo verlo en la punta, donde me llevó la noche vintage, pero tampoco lo veo ahí. Sólo me queda un sitio en el que buscar y es en el casino, donde, por desgracia, intento entrar pero me lo impiden. Menos mal que no llevo los tacones, si no ahora estaría muriéndome del dolor.

A la mañana siguiente decido ir a buscar a Tatiana y que me diga el camarote del moreno. Me viene la idea de buscarlo a su camarote cuando salgo al pasillo para subir a desayunar y veo a una chica del grupo del viaje de estudios que estaba en la discoteca llamar a la puerta del camarote de uno de sus compañeros, al que veo cómo se la abre mientras se restriega los ojos de recién despertado. No me puedo creer que ni siquiera se me haya pasado por la cabeza eso anoche.

Es tarde para que Tatiana desayune y también para mí, de hecho, pero las excursiones de verdad agotan y necesitaba descansar. Alcanzo un croissant del desayuno y me dirijo hacia el club de animación, al otro lado de la piscina, mientras lo devoro. Al llegar a la puerta oigo a los niños cantar una canción que me suena de alguna de las películas de dibujos muy conocida entre los niños. Me da cosa llamar e interrumpirles, pero creo que lo mío es una emergencia.

Golpeo con los nudillos el dibujo de Mickey Mouse de la puerta y espero. Los niños no dejan de cantar, pero oigo cómo alguien se dirige hacia la puerta.

Ciao!

Una chica que no es Tatiana me abre la puerta. Ni siquiera tiene el acento italiano de Tatiana. Es muy morena de piel y con el pelo oscuro y rizado. Definitivamente no es de Europa del Este. Miro la plaquita de su polo: Assunçao. Diría que es brasileña, pero parece más portuguesa.

–Eh… –titubeo–. ¿Tatiana está…?

Attendere un minuto –dice, con acento que noto claramente que no es italiana. ¿Desde cuándo puedo distinguir los italianos de los no italianos?

Desaparece detrás de la puerta y en su lugar aparece una chica nueva. Ésta no parece tan exótica como la anterior, pero sigue sin tener cara de española. El nombre de su placa dice Maria.

Ciao? Cosa vuoi?

No tengo ni idea de lo que me pregunta pero sospecho que no habla español.

–¿Español?

La chica niega con la cabeza, algo preocupada. Ya decía yo.

–Eh… –comienzo a titubear de nuevo. Ahora sí que no sé qué hacer. Si Tatiana no está aquí, ¿cómo voy a encontrar a Ivan? La imagen de Ivan en cada uno de los días que llevamos aquí se me viene a la cabeza, pero entonces recuerdo sus palabras–. Dove si trova Tatiana?

A la de animación se le ilumina la cara cuando puede entenderme, más o menos.

Creo que me va a decir dónde está, pero entonces vuelve a negar con la cabeza.

Um… –se lleva la mano a la barbilla mientras piensa–. Non qui. Questione a Dioni.

–Que le… ¿pregunte a Dioni?

La chica de animación asiente con la cabeza. Acto seguido se despide de mí con la mano y me cierra la puerta. El Mickey Mouse que hay en ella me mira sonriendo, como si de veras se riera de mí. No sé cómo voy a hablar con Dioni si ni siquiera he podido comunicarme bien con Assunçao ni con Maria.

El amor no existe hasta que llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora