—¿Cuántas novias has tenido? —pregunto, no muy segura de si quiero saber la respuesta.
Estamos ahora sentados en el sofá blanco de siempre, el lugar del barco que se ha convertido en nuestro sitio favorito. Al menos el mío sí lo es. Ivan está sentado con las piernas estiradas ocupando todo el sofá y yo estoy entre sus piernas acariciándole el brazo. Sin duda éste sí que es mi lugar favorito.
Es irónico cómo he necesitado un viaje para darme cuenta de que no estoy enamorada de Jaime. Jaime ha sido el mejor novio que he tenido, no sólo el único, sino que es el mejor que podría haber tenido. Jaime me ha tratado genial y nunca ha dejado que tirara la toalla con lo nuestro. No me puedo quejar, pero ha llegado el momento de avanzar. Sin duda tengo que hablar con él en cuanto pise territorio español. Espero no hacerle daño, aunque pienso ser sincera totalmente. Si yo fuera él preferiría saberlo antes que no saberlo, aunque conociéndole creo que no querrá oírme.
—Dos.
Me giro para mirarlo a los ojos. Sé que miente.
—Dos novias —se corrige—. Dos novias y muchos líos.
—¿Cuántos?
—No quieres saberlo
Chasqueo la lengua. Claro que quiero saberlo. No debería pero quiero.
—Sí, Ivan, quiero saberlo.
Ivan se encoge de hombros como diciendo "tú lo has querido".
Extiende los brazos deshaciéndose de mis manos y comienza a contar con los dedos en silencio. Cuando pasa a la segunda mano, al pasar de los cinco dedos, no puedo más y le agarro las muñecas.
—Vale, vale. Da igual. Lo he pillado. Muchas.
—Te lo he dicho. No ibas a soportar la presión.
Me vuelvo para dedicarle una mirada asesina.
—Ahora quiero saberlo. Venga, empieza a largar. Cuéntame cuántos amores de veranos has tenido.
Ivan suelta una carcajada rasgada y se convierte en mi sonido favorito. Bueno, antes también lo era pero no lo sabía.
—¿Este verano o todos los veranos?
—Uhm... —pienso. No estoy segura de si quiero enfrentarme a los fantasmas de cincuenta chicas mejores que yo que ya hayan besado al moreno que ahora mismo se encuentra besándome los hombros descubiertos—. Este.
—Pues... —Ivan se lo piensa, pero no es fingido, sé que está siendo sincero—. Creo que tres.
—¿Tres? ¿Solo? Pensaba que eran más —apunto.
—Sí, bueno... no me ha sido muy fácil por culpa de una rubia testaruda.
Me sonrojo.
—¿Todas de este barco?
—Dos de ellas sí. La tercera no. La tercera fue en Barcelona en una fiesta justo antes de montarme.
—¿En serio soy la tercera chica que besas a bordo?
Me cruzo de brazos, molesta.
—A la tercera va la vencida, ¿no es eso lo que dicen?
Sofoco un grito y hago ademán de levantarme del sofá y alejarme de Ivan, pero éste me rodea la cintura y evita que me incorpore.
—Eres tonto —comento aún con los brazos cruzados.
—Tu tonto. Tu único tonto —me susurra al oído rozándome con la oreja, lo que provoca que se me pongan los vellos de los brazos de punta—. Aunque me haya tirado a otras tantas antes que tú, mientras besaba a las últimas dos no paraba de imaginarme que eras tú.
—¿Quiénes eran?
—Eso ya no puedo decírtelo.
—Ivan... —insisto.
Él suspira.
—Está bien —hace una pausa que se me hace interminable—. Assunçao, la chica de animación que trabaja con Tatiana. ¿Sabes quién...?
—Sí, sé quién es —lo interrumpo sabiendo perfectamente el cuerpo de diosa que tiene—. ¿Y la otra?
—Livia, la rumana que trabaja de camarera en el restaurante. ¿Sabes quién es? Es la que lleva un piercing en la lengua. La chica con el pelo negro y la piel de un tono que casi parece gris.
—¡¿Esa?! —exclamo, arrugando la nariz.
Ivan suelta otra carcajada.
—Esa.
—Es un poco rara, ¿no? No la creía de tu estilo. Me parece que es algo gótica.
—Lo es, créeme.
Ivan extiende los brazos a mi alrededor y me coloca mis manos sobre sus brazos para que reanude mis caricias. Yo obedezco encantada.
Ni siquiera me parece raro que las dos chicas con las que se haya liado Ivan sean empleadas del barco. Es tan guapo, y tan moreno, y tan musculoso... Es perfecto. Es mi tipo y estoy segura que también lo es, al menos, del 80% de la población femenina que hay a bordo. A mis primas les debe de encantar.
¡Mis primas! ¿Qué dirán cuando les cuente que tengo pensado dejar a Jaime y estar con Ivan? Y hablando del futuro, ¿cómo pensamos Ivan y yo estar juntos? Sólo tengo algo claro y es que no pienso vivir una relación a distancia. Además, Ivan ya es mayor de edad, quizá ha terminado el instituto y está buscando lugar para estudiar en la universidad. De hecho creo que no sabe que en mi ciudad hay una universidad. No sé ni si sabe dónde vivo. Me estoy empezando a agobiar.
—¿Qué se supone que pasa ahora? —pregunto, más para mí que para que Ivan me oiga.
—¿Ahora?
—Me refiero a nosotros. Vives en Barcelona y... las relaciones a distancia no se me dan bien.
—Creo que no puedes hablar de relaciones a distancias si tu novio y tú vivíais en la misma ciudad.
No lo veo pero sé que está frunciendo el ceño.
—He pensado... —comienzo a hablar haciendo como que no lo he oído—... que podríamos...
—Tienes que hacerme una oferta que no pueda rechazar —me interrumpe con una voz grave claramente forzada.
—¿Otra cita?
—Vito Corleone —murmura enterrando su nariz en la curva de mi hombro.
Pongo los ojos en blanco y sonrío. Éste es el Ivan que a mí me gusta, no el de estos dos días. El cinéfilo de mi Clyde, fanático de los mafiosos y de los años 20, capaz de hacer el payaso en cualquier situación sea seria o no.
—He pensado que como el año que viene empiezo a estudiar en la universidad podría ir a Barcelona en lugar de quedarme en casa de mis padres como mi hermano.
—Yo pienso que debemos vivir estos días y ya hablaremos de qué haremos en el futuro —espeta.
—Ah, ¿crees que lo mejor sería no dejar a Jaime y estar contigo sólo estos días? —pregunto en tono de broma, aunque Ivan de repente se pone serio y me aparta de su lado.
—De eso nada, rubia.
Se pone en pie.
—¿Adónde vamos? ¿Vamos a la piscina? —pregunto.
—Uhm... no. No me apetece ir a la piscina. Ve tú, si quieres.
—¿No vienes? ¿Prefieres que vayamos a mi camarote?
—Ve tú a la piscina si eso es lo que quieres, Bonnie. A la noche nos vemos —dice y luego me besa en la frente antes de irse.
No sé por qué tengo el presentimiento de que me oculta algo. No creo que sea tan grande como lo mío y dudo que tenga novia, pero no puedo evitar pensar que me oculta algo, que me miente. Aunque estoy totalmente segura de que no tiene nada que ver con una chica.
N/a: ¡¡Feliz día del libro!!
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El amor no existe hasta que llega
Novela Juvenil¿Quién no ha soñado con un amor de verano? Todo el mundo lo ha hecho. Para Ángela, por algunos conocida como la hija de Dani y Elena de Cartas para Irene, los amores de verano no existen. Ángela no cree en los amores de verano porque lleva toda la...